¿VES ESTA MUJER?
“No es usual en mí, invitar a ningún
personaje que pueda ser importante para otros. No soy de los que se dejan
seducir fácilmente por alguna personalidad que se ha puesto de moda. Pero el es
diferente, es como una mezcla de un suave susurro y la bruma de la mañana, es
el trueno distante en mi propio pecho, es como quedar atrapado en el mismísimo
centro de un tornado y desear no abrir los ojos. Tan convencido de esto que una
paradoja de mi invención me ha cegado de asentir que es profeta, aunque no
parezca, creo que lo es, por lo menos para unos muchos. Es que hábilmente me
llevo a enredarme en mis principios, el de admitir que quien más ama, es
alguien a quien le fue perdonado mucho. Porque ahora que ya se ha marchado, ha
quedado en el aire su presencia, tan avasallante que no pude reaccionar cuando
me arengo con ternura que sobrepasa mi entendimiento, con palabras profundas
que jamás alguien me ha hablado. Una sonrisa franca fue el preludio para
decirme: “Simón…─dándome la espalda ─ “¿Ves
esta mujer?, ella me ha tratado diferente a todos ustedes, ella tuvo cuidado de
mi persona, soy tan importante para su vida en este momento que ha mojado mis
pies con sus lagrimas. También ha besado mis pies y los ha ungido con un bello
perfume. Porque me ama mucho, y alguien que ama así como ella, debe ser
perdonada”. Luego él se fue, pero su presencia
aún perdura en el aire viciado de mi mismo y de todos aquellos que rodeaban la
mesa. Porque soy fariseo y no puedo amar tanto así porque si. Porque no puedo
compararme con ella porque es pecadora y yo no puedo permitir que una simple
cena altere el orden de mi vida. Seguramente este Maestro solo quiso ser cortes
con alguien, Jesús ha entrado a mi casa, solo para mostrarme que nada de lo que
hice para el, era lo que él esperaba de mi. “¿Ves esta mujer?...yo la perdono por
su fe” Fue lo que dijo y se marcho al anochecer con algunos de sus seguidores.
¿Ella?...ella también se fue; en paz.” Deje de leer el pasaje en Lucas
capitulo 7 versículo 36 y cerré la biblia, el pastor ya estaba terminando de
predicar, los músicos estaban tomando sus instrumentos para acompañar el final
del sermón. Todos estaban de pie para cantar un coro de alabanza, y yo, había
imaginado una pequeña secuencia cinematográfica de este relato. Mire a un lado,
un tanto más atrás y note que había una mujer que permanecía sentada cabizbaja
y sollozando. Sus manos estrujaban un pequeño pañuelo, pero sus lágrimas caían
sobre las hojas de su biblia que aun estaba abierta y me conmovió. Puedo pensar
que tiene deudas económicas como cualquier persona, problemas familiares y
recuerdos que la atormentan. Tal vez su autoestima esta lastimada y siente que
no la comprenden en su silencio. Pero su actitud dice otra cosa, No es el
maltratado rostro del dolor desconocido, en verdad lo digo y con certeza,
lloraba por amor. Amor a quien murió por ella, a quien borró su pasado y le ha
dado una nueva vida, una oportunidad de encontrar un lugar donde la fe, sea el
perfume derramado en la casa de Dios. Un lugar donde su presencia la abraza tan
fuerte que ella se siente feliz. No pude evitar que el susurro de unas palabras
me traspasara el corazón...“¿Ves esta mujer?…”
personaje que pueda ser importante para otros. No soy de los que se dejan
seducir fácilmente por alguna personalidad que se ha puesto de moda. Pero el es
diferente, es como una mezcla de un suave susurro y la bruma de la mañana, es
el trueno distante en mi propio pecho, es como quedar atrapado en el mismísimo
centro de un tornado y desear no abrir los ojos. Tan convencido de esto que una
paradoja de mi invención me ha cegado de asentir que es profeta, aunque no
parezca, creo que lo es, por lo menos para unos muchos. Es que hábilmente me
llevo a enredarme en mis principios, el de admitir que quien más ama, es
alguien a quien le fue perdonado mucho. Porque ahora que ya se ha marchado, ha
quedado en el aire su presencia, tan avasallante que no pude reaccionar cuando
me arengo con ternura que sobrepasa mi entendimiento, con palabras profundas
que jamás alguien me ha hablado. Una sonrisa franca fue el preludio para
decirme: “Simón…─dándome la espalda ─ “¿Ves
esta mujer?, ella me ha tratado diferente a todos ustedes, ella tuvo cuidado de
mi persona, soy tan importante para su vida en este momento que ha mojado mis
pies con sus lagrimas. También ha besado mis pies y los ha ungido con un bello
perfume. Porque me ama mucho, y alguien que ama así como ella, debe ser
perdonada”. Luego él se fue, pero su presencia
aún perdura en el aire viciado de mi mismo y de todos aquellos que rodeaban la
mesa. Porque soy fariseo y no puedo amar tanto así porque si. Porque no puedo
compararme con ella porque es pecadora y yo no puedo permitir que una simple
cena altere el orden de mi vida. Seguramente este Maestro solo quiso ser cortes
con alguien, Jesús ha entrado a mi casa, solo para mostrarme que nada de lo que
hice para el, era lo que él esperaba de mi. “¿Ves esta mujer?...yo la perdono por
su fe” Fue lo que dijo y se marcho al anochecer con algunos de sus seguidores.
¿Ella?...ella también se fue; en paz.” Deje de leer el pasaje en Lucas
capitulo 7 versículo 36 y cerré la biblia, el pastor ya estaba terminando de
predicar, los músicos estaban tomando sus instrumentos para acompañar el final
del sermón. Todos estaban de pie para cantar un coro de alabanza, y yo, había
imaginado una pequeña secuencia cinematográfica de este relato. Mire a un lado,
un tanto más atrás y note que había una mujer que permanecía sentada cabizbaja
y sollozando. Sus manos estrujaban un pequeño pañuelo, pero sus lágrimas caían
sobre las hojas de su biblia que aun estaba abierta y me conmovió. Puedo pensar
que tiene deudas económicas como cualquier persona, problemas familiares y
recuerdos que la atormentan. Tal vez su autoestima esta lastimada y siente que
no la comprenden en su silencio. Pero su actitud dice otra cosa, No es el
maltratado rostro del dolor desconocido, en verdad lo digo y con certeza,
lloraba por amor. Amor a quien murió por ella, a quien borró su pasado y le ha
dado una nueva vida, una oportunidad de encontrar un lugar donde la fe, sea el
perfume derramado en la casa de Dios. Un lugar donde su presencia la abraza tan
fuerte que ella se siente feliz. No pude evitar que el susurro de unas palabras
me traspasara el corazón...“¿Ves esta mujer?…”
Autor: David Fernández
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