CAPITULO 17
NIEVE
“Lo intente”… balbucea para el mismo…”lo intente”
Como una vertiente en su corazón, imagina a Leticia. Su mente la recrea en su mejor figura que viene al amparo de las sombras, le trae un ramo de flores, ella esta triste por el y le habla pero el no la escucha, solo puede leer sus labios. Rafael no atina a nada, inmutable a sus reflejos solo la mira desde el suelo…y ella, solo ella le acompaña en el final del día, para despedirse para siempre del soldado que yace inerte. Deja el ramo a su lado y se va, es tarde… su apariencia se disipa con el viento.
Aun en una imagen volátil Leticia lo envuelve en el recuerdo de su perfume y luego… la nada.
La incertidumbre y la desesperanza vuelven como tropas de relevo rodeándolo. En busca de una deuda pendiente.
“…Buscala Rafa,…si volves…buscala…” Una voz grave, lenta y distorsionada le suena audible.
Su rostro sigue apoyado en la tierra, donde tarde o temprano van a parar los invencibles.
Mira los árboles que ahora están inmutables, inconmovibles y que se comportan de manera extraña. Desertores a la natura, encubridores del próximo cisma, y algo que vuelve para un final inesperado.
“… ¡Rafael!... ¡Rafael!... ¡tu hermano!.. Le dieron…” — Ese recuerdo otra vez. Sus ojos se cierran, pero esta consciente.
Entonces es que sale de la trinchera en su imaginación desobedeciendo órdenes, su hermano esta distante pero el llega. De fondo el bombardeo y la balacera incesante, pero el corre buscando a su hermano. En medio de la improvisación, el azar sigue buscando quien tiene tanta suerte como para seguir con vida, llega donde está él y lo abraza porque está muy mal herido…herido de muerte. Con un esfuerzo Víctor le devuelve a Rafael la foto que guardo un día en su bolsillo.
Le hace prometer que la seguirá buscando.
“…Buscala Rafa,…si volves…busca a tu mamá…”
“…Prometemelo….” Sus ojos color miel se están cristalizados…el rostro de Víctor se va… Su hermano…muere.
Esta anocheciendo rápidamente, el Parque Pereyra Iraola en las afueras de la ciudad de La Plata está cambiando. Es 9 de julio del año 2007, luego de ochenta y nueve años vuelve a nevar aquí. Un día tan particular en que la nieve lo encuentra vencido en un parque. Como hace veinticinco años cuando la nieve lo encontró por primera vez rendido en una isla.
Algo extraño iba a suceder en este día, Rafael lo venia presintiendo. Pero jamás pensó que el cielo le enviaría este regalo porque ahora si se ha quedado profundamente dormido.
Su conciencia, ahora lo deja libre, y lo lleva a despertar del conflicto que vivió por años dentro de el.
Muchas cosas comienzan a tener sentido…aquella tarde en el reencuentro con su padre y su abuela paterna al regresar de Malvinas.
“… Solo…lamento que Víctor no pudo volver conmigo…no pude hacer nada por el”
Pero ellos solo le entregaron miradas cómplices y desconfiadas, tal vez suponiendo que es parte del respeto que se les debe a los héroes. Nunca le preguntaron nada, nunca le indujeron a contar nada. El sospecho que comprendieron la perdida y ellos supusieron que no era el mismo. Ocultaron el juicio desacertado.
Todo lo que sucedió esa noche en la isla vuelve a su memoria de manera recurrente, el mejor lugar para esconder a un héroe; finalmente esto le induciría en la búsqueda de su madre. Solo una promesa jurada en Malvinas, desataría ese valor que había perdido en su reprimida juventud.
La escena nevada es imperdible, el momento emocional irrepetible, es el punto de inflexión que abre cualquier mente o corazón.
No es la primera vez que el llegaba hasta aquí, bajo este viejo álamo desnudo que lo vio guardar una tarde entre sus raíces, un pequeño paquete con algunas cartas desde el frente de batalla. Esas que nunca mando a su padre... nunca las había enviado. El soldado siempre le reclamo en silencio el porque de la indiferencia paternal a la esperada correspondencia. Pero le duele admitir que jamás las entrego al correo militar. También su gorra de soldado envuelto en una pequeña bandera argentina. Un “Cementerio Darwin” al que solo Rafael asiste, porque es suyo.
Volvió por su palabra cumplida, ahora Víctor descansaría en paz. Las islas aquí, para el…la nieve...también.
Divaga en su mente, abre sus ojos mirando el cielo y la nieve que cae.
“…Rafael, mañana haremos un viaje muy temprano…
…¿Y mamá? ¿Dónde está mamá?...
…Somos hermanos, es una larga historia, pero te la voy a contar ya que estas de guardia…
…Hola, eeh…acabo de salir de un ataúd…creo que hoy no es un buen día para mi funeral…
…¡Gracias Rafael, por el perrito y se llama Katuna como el que tenia antes!…
…¡Para pibe! ¡Entregate rusito no dejes que te maten!…
…Rafael, siempre me gustaste, ya estoy cansada de los pibes del barrio, y de la droga, llevame con vos a donde sea…
…¡No me podes matar! Porque soy tu padre…si no me crees preguntale a tu viejo…
¡Soy tu padre!… ¡soy tu padre!… ¡soy tu padreeeeeeeee!…”
El ha descubierto algo en el subconsciente y ahora si se quedo dormido, rendido. Dormido profundamente.
Antonio conocía este lugar, no era la primera vez que lo encontraba solitario y meditabundo, ya hubo otras épocas, por eso fue allí a buscarlo.
Detuvo el auto, vio desde allí que Rafael estaba tendido en el suelo blanco, las huellas de los neumáticos sobre la nevada virgen quedan marcadas, la mano en el hombro también. Lo ayudo a ponerse de pie. Quizás vuelva a nevar en ochenta y nueve años aquí en La Plata. Pero un hombre debe levantarse antes que cese el milagro. Despertarse cuando cae nieve y redimir el recuerdo yermo debe ser algo espontáneo… no cae nieve muy seguido en el desierto. Se miraron por un momento, los ojos tristes color miel no perdieron el brillo a pesar de la edad. Por una burla del destino, solo por una burla, Antonio no es el padre de Rafael. El soldado no solo necesitaba un padre en este momento, sino también un amigo. No había nadie cerca en más de quinientos metros a la redonda.
Antonio baja su cabeza, gime, solloza…era el momento
─ Perdoname Rafael…lo siento mucho…perdoname…— Solamente Antonio sabe su cargo de conciencia.
Rafael abrió sus brazos buscando el afecto contenido. Se abrazaron, la nieve caía sobre ellos uniendo sus figuras. Lloraron, sus historias estaban unidas desde siempre, nada cambiaria para ellos. Antonio nunca supo que Rafael había descubierto este secreto, sobre su madre y sobre quien era su verdadero padre. Nunca lo sabrá tampoco.
El pasado es volátil, no volverá más a abofetearles la otra mejilla, ya no. Vuelve a peinarse con sus manos el cabello sobre la frente… entonces es que la ve…ella esta saliendo del automóvil para ir al encuentro del soldado que ahora si regresa a casa para quedarse definitivamente. Su canción preferida suena en el aire… y Leticia no es un engaño de su alma. Esta vez no viene envuelta por un halo de fantasía; es ella que corre hacia el para besarlo y colgarse de su cuello como tantas veces.
La nieve sigue cayendo cambiando el paisaje. El quiere decirle algo importante:
─…hoy la nieve me despertó de un sueño que nació en Malvinas…donde creí que había encontrado a mi hermano… Víctor… no era mi hermano. También hoy, confirme sospechas que tuve toda mi vida, de cosas que pasaron en mi adolescencia. De un tiempo familiar negativo, de rechazos y violencia, de dolor y ausencia. Mi padre no es mi verdadero padre, todo parece tan extraño para mi; me siento como si hubiera despertado de una pesadilla…no sé.
Ella vuelve a besarlo, y pone luego su mano sobre los tibios labios de Rafael. Para que ya no diga mas nada, ya estaba bien. Leticia disimula bien su pensamiento, sabe que ya abra tiempo para hablar de fantasías. El silencio ya no es profano en medio de tanta necesidad. Rafael voltea a ver el lugar que deja, introduce la mano en el bolsillo de su abrigo y saca un puñado de semillas que había llevado para la ceremonia íntima. Piensa que tal vez seria bueno esconderlas bajo este álamo, pero desiste. Su mano sigue abierta
—…son semillas de lilas, eran las preferidas de mamá… debo encontrar un lugar para dejarlas.
― No es el tiempo aun ― Le dice ella, mientras se frota las manos y calienta su nariz enrojecida por el frío― Lo sé…nacerán en primavera— Asiente el gesticulando. Ella acaricia su vientre…
— Nuestro hijo también.
Volver a casa recorriendo el camino Centenario, es volver a renovar la imagen desgastada por la rutina, el paisaje platense a cambiado, la gente camina de puro gusto de aquí para allá, buscando la mejor foto en la noche. Cada lugar público en la ciudad esta concurrido, aunque es medianoche, la gente deja expresar un espíritu inusual de alegría, muchos también juegan con la nieve en la plaza Complejo Malvinas Argentinas. Una imagen atípica, nunca había estado así. Un hombre mira todo a través del vidrio del automóvil mientras la nieve cae. Sale y camina lentamente hacia la glorieta en donde siempre se encuentran las parejas, nadie repara en lo que el hace pues todos tienen su atención en la novedad. Arroja las semillas en algún lugar y después se marcha…y después suspira…y después la nieve.
Capítulo 17 del Libro “Secretos Inconfesos” autor: David Fernández -2016-Amazon- copyright