MANDY
Es la
hora 12:26 P.m., pero él no lo sabe, es viernes, tampoco lo sabe aun ,está
lejos de casa ,Daniel piensa en Melbourne, que no solo tiene lindas chicas también
huele a cena con buenos amigos. Su gente, sus calles, pero está muy lejos y
lejos de casa, uno da valor a las cosas sin valor. El pusilánime es tu mejor
amigo, la que despacha en la gasolinera puede engañarte con la venta, no
importa, lejos de casa uno termina por adoptarlos como necesarios. Al fin y al
cabo uno escribe su propia historia, y a sus personajes, a veces te eriges como
un monarca y otras tantas como un fugitivo involuntario del capricho humano.
¿Qué tiempo habrá estado abandonada esta capilla?, la recorrimos en parte, no
se mucho de religión, pero en verdad me pregunto, ¿qué les llevo a
abandonar lo que ellos llaman “La
Casa de Dios”?
Finalmente ese no era mi problema,
Wanda encontró un viejo mueble, había algunos libros, en muy mal estado. Pero
entre tantos otros encontró una Biblia. Es muy probable que ella estuviera un
tanto más familiarizada con ella, soplo el polvillo que la cubría y la ojeo
rápidamente:
― Mira Daniel aquí está tu
libro.
Algo sucedió en ese momento,
no hablo de algo místico, me refiero a eso tan sencillo que es descubrir un
libro en buen estado, nada más, y que además tenía mi nombre allí adentro.
Cuando salimos de aquel lugar, el olor a bosque era profundo y placentero.
A lo lejos se divisaba algunas
viviendas muy pobres. Un niño de color caminaba en otra dirección mientras
jugaba con su perro. Más atrás venia un adulto, era un anciano también de color
que caminaba con dificultad, se apoyaba en un bastón que seguramente lo había
preparado con sus propias manos. Al costado del camino había algunos árboles
que nos daban sombra, una suave brisa movía sus ramas en un vaivén oportuno
para una instantánea en mi memoria.
—Amigo, ¿cuál es la ciudad más próxima?—Se detuvo a mirarme por sobre su
hombro, parecía un hombre amable, pero serio. Tenía dificultad para
respirar. Luego mostró su dentadura blanca y perfecta diciendo:
― ¿Eres el nuevo reverendo?
― No buen hombre no lo soy.
― ¿Eres un ángel o algo así?—Wanda
inclino la cabeza y sonrió simulando una picazón en su nariz.
― No, no lo creo… Solo quiero saber por dónde
llegar a la ciudad más próxima.
Su rostro fue cambiando, su
sonrisa ya no estaba, levanto muy lentamente su mano muy arrugada, temblorosa y
señalaba hacia el sur.
― Sigue
ese camino.
Reanudo su paso lentamente,
entonces por curiosidad no quise perder la oportunidad de preguntarle.
― Amigo, ¿Qué paso
aquí? ― Señale la capilla ― ¿Por
qué la abandonaron y nadie la volvió a ocupar?
El meneaba su cabeza y luego la
agacho, se encogió de hombros y suspiro débilmente.
― Eres el primer sujeto en cuarenta años
que hace esa pregunta, se lo había advertido al reverendo, si muchacho yo se
lo dije a él. Usted está muy enfermo reverendo.
Tiene muchos hijos y no todos son
buenos
Por momentos se esforzaba para decir la próxima palabra, gesticulaba con
sus labios, no me miraba al hablar, miraba al horizonte − No tomo en cuenta mi
consejo, era una lucha de poderes, los buenos se fueron y los malos se quedaron
con lo que no les pertenecía, eso fue todo, muchacho, eso fue el fin. Nadie
escucho al viejo Mandy, no señor…el negro Mandy era un demente para todos, un
veterano de Vietnam, que no debía haber vuelto jamás de la selva.
Volteo… meneaba su cabeza y murmuraba
muy suavemente, “se lo dije”,..Finalmente se fue hablando solo.
Me quede pensando ¿Cómo, este
hombre sencillo, comprendió mejor los sucesos y las ambiciones que se escondían
en medio de tanta religiosidad, y no así los demás?
Wanda guardo silencio todo el tiempo,
pero luego dijo algo muy importante:
— ¿Sabes
algo Daniel?..Creo que él tuvo un lugar en ese desenlace…quiero decir, algo que
ver.
La mire directamente a los ojos con ingenuidad y ella se perturbó, porque su comentario me sorprendió.
Luego se rompió el hielo, con la mueca de una sonrisa, y sus ojos jugando para
ambos lados.
─ ¿Dije algo malo?
Volvimos a la carretera, pero
nadie parecía querer llevarnos a otro lugar, hasta que se detuvo aquella vieja
camioneta descolorida, llena de chatarra .Era lo único que cayó del cielo,
además de la
Biblia , no lo íbamos a desperdiciar. Algo en mi estaba
cambiando, comencé a considerar la posibilidad de que Dios, se estaba
encariñando conmigo y en el silencio de mi corazón, volví a darle gracias. Mire
al cielo y le guiñe el ojo, quiero pensar que él lo hizo primero.
Fragmento del libro “Mente liquida”
autor: David Fernández