VEINTE DÍAS EN HAWAII
Todo
hacía parecer que no estaban muy lejos de la costa como un buen deseo y que
solo era cuestión de tiempo para que la ayuda llegase a ellos. Recuperar la noción
de lo que habían sido las ultimas horas antes de la catástrofe podía aportar un
dato valioso, pero ninguno recordaba algún detalle importante.
Al
parecer, ellos se conocían hace ya un tiempo y habían decidido en común acuerdo
disfrutar de una gran aventura marina. Tampoco es que eran grandes amigos y es
que solo a veces las casuales circunstancias de adversidad, preparan a las
personas para un examen de su propio mundo interior, perdidos en un árido y
sofocante desierto o naufragando en el
bravío mar del alma y de la mente.
Quien
tiene la palabra ahora y está de pie es “el portugués”, un astuto moreno al que
le gusta hablar mucho y observar minuciosamente el entorno antes de sacar
conclusiones apresuradas.
“Yo
no desestimo ninguna opinión, pero quiero pensar que no hemos tomado en cuenta
algo muy importante. Hay un ave muerta cerca de Lorenzo, mírala bien, es el
pájaro de fuego, esta especie solo viven en las islas Hawái, entonces estamos
en Hawái.”
─ ¡Es verdad! ─ Dijo Bufo, ahora erguido
apoyado en sus codos.
─ No había reparado en eso, es bueno
saberlo.
─ ¿Habías notado también que Lorenzo está
agonizando? ¿Sabes algo de medicina?
─ No, para nada amigo, soy electricista,
solo eso…y tu ¿Qué eres? ¿No puedes ayudarlo?
─ Soy médico, pero, aunque quisiera no
podría hacerlo.
─ Pero… ¿Por qué?...no entiendo.
─ Porque fui demandado en mi profesión,
alguien levanto cargos en mi contra por alguna razón y fui inhibido para
ejercer la medicina.
─ Pero…estamos lejos de la civilización y
esta situación es apremiante, tu ayuda puede ser fundamental, salvarías una
vida ¿cómo podría alguien señalarte en un momento como este?
─ Olvídalo…no lo hare, no insistas,
quiero tener mi conciencia tranquila.
─ Pobre Lorenzo, se va a morir y tú no
harás nada para evitarlo.
─ Bien lo has dicho amigo, no hare nada.
El
portugués cambio su mirada en otra dirección y puso ambas manos por detrás de
la cintura mientras respira profundamente el aire que viene del mar cerrando
los ojos.
─ Claro, ahora entiendo un poco tu caso…
─ ¿A qué te refieres?
─ Deja mucho que desear tu actitud,
quienes te acusaron no estaban muy equivocados, tendrían sus razones y justas
tal vez ¿acostumbras a dar la espalda a
la necesidad del prójimo?
─ ¿Quién te crees que eres tú? ¿Un
electricista en una isla? ¡Por Dios! ¿Para qué sirve?
Es
lo más absurdo que me podía suceder en una situación como esta, tocarme de
acompañante un electricista, habiendo tantos oficios… ¿crees que no conozco a
los de tu clase? Pues para que lo sepas
compañero, antes de entrar a la facultad
de medicina trabaje con mi tío cinco años con los electricistas, ¿Qué te
parece? Tu, al igual que muchos, uno más pedante que otro.
Los
puños de Bufo se han cerrado repentinamente y ahora se acerca un poco más.
Lleva puesto un calzado deportivo en un solo pie, de esos que usan los
basquetbolistas.
El
viento que ha cambiado de sentido se percibe más fuerte que hace unos minutos,
tanto que mueve sus cabellos de un lado a otro, en los pómulos conserva resto
de arena pegada que va limpiando con el revés de su mano. El portugués voltea
rapidamente con una sonrisa irónica hacia el cielo.
─ Puedes hablar con un electricista y no
te responde, y porque esta frente a un tablero y cree que es el habitante de un mundo diferente al tuyo, se toma una pausa y luego remata en su ego con un
“¿Cómo dijiste?” y tienes que contarle la historia como si poco le importara lo
tuyo…
─ Pues, es algo sensato, uno puede estar
muy concentrado en lo que hace, de eso se trata.
─ ¡Lo hubiese escrito antes! Eres tan
predecible como todos, sabía que me dirías la excusa que escuche por años,…
además, este tema ya no me interesa, Lorenzo acaba de morir ¿para qué seguir
discutiendo sobre un cadáver?
─ ¿Qué tienes en el morral que llevas
colgado? ¿Crees que no te he visto que vas por detrás de las palmeras y sacas
algo de allí?...Tengo mucha sed, y no puedo beber agua de mar, moriría en pocos
días, eres medico sabes de esto… ¿Tienes agua? ¿Algo de comer?
─ ¿Y tú?... ¿que esconde en el bolsillo de
tu camisa que siempre estas palpando algo? Mira compañero Bufo, esto se va a
poner muy feo, no creo que vengan pronto a socorrernos, según mis cálculos el
próximo barco que pasara por aquí es el que hace el mismo tour de viajes y esto
será tal vez en veinte días ¿escuchaste bien? Debo racionar mis recursos que
son pocos, pero lo lograre ya lo veras.
─ ¡Eres un maldito bastardo! Ya me lo
había anticipado Lorenzo de la clase de sujeto que eres y no lo tome en
cuenta…pobre Lorenzo, en paz descanse y Dios lo tenga en su gloria. Pero seré
paciente, en algún momento te dormirás y todo será más sencillo para mí, no te
imaginas de lo que es capaz un hombre con mucha sed y hambre, no tienes la
mínima idea.
─ Tranquilízate un poco, hare un trato
contigo, un pacto de caballeros ¿de acuerdo? Te daré una de mis botellas con
agua dulce hasta la mitad y yo me quedare con otras dos que están llenas.
Entonces haremos una línea en la arena
marcando nuestro territorio, yo no podre cruzar hacia ti y tú no podrás
venir a mí.
Bufo
no respondió, solo la mirada fija, imperturbable parece un mensaje irreversible para quien lo había anunciado.
─ ¡Ya lo había dicho yo! ¡Los
electricistas son todos iguales! Te has
tomado demasiado tiempo para responder, como si lo que acabo de decir no te
importara mucho ¿verdad? pero ¿sabes qué? …¡aquí!... ¡no!... ¡eres!... ¡nada!
¿Entiendes? ¡Sin electricidad no sirves para nada!
Ambos estaban
distanciados por unos cincuenta metros y ahora el sol estaba calentando
bastante, un fastidio que se añade para hacer de esta charla el remate ideal
que no se merecen los náufragos que sobreviven en medio del mar.
El
portugués solía sentarse a la sombra de la misma palmera y de allí soñoliento
observaba como Bufo hurgaba algunos residuos que las olas traían a la orilla. Como
la isla era un tanto pequeña, no había manera de esconderse. Le llamaba la
atención que habiendo pasado catorce
días, Bufo, no había muerto de sed ni de hambre. Pero con esa distancia y
estando detrás de un reparo que el electricista había construido con hojas de
palmeras no se podía ver casi nada.
─ ¡¿Qué tienes en ese morral!? ¡Huele muy
mal amigo! Puedo sentirlo desde donde estoy porque el viento arrastra un olor
fétido, te he visto masticar algo y algunas veces vomitas todo ¿de qué se
trata?
─ ¿Y tú?...has bajado mucho de peso ¿lo
sabías? No pasaras de esta semana, no olvides que soy médico y conozco como
funciona un cuerpo.
Los
días pasaron y ambos estaban muy deshidratados por la situación en la que se
encontraban. Quien estaba muy demacrado era el portugués que a duras penas
podía ponerse de pie y es que hace un par de días no prueba agua. El día numero
veinte los encontró rendidos a la espera de lo peor o de un milagro. Al llegar
la noche las nubes se disiparon, pero esto era irrelevante para dos náufragos
en medio del mar en una solitaria isla del océano Pacifico.
Cuarto
menguante de luna, suficiente para recrear la sombra de un hombre que esta
desplazándose sobre el cansado Bufo que duerme profundamente. El misterioso
personaje contempla en un paneo visual
lo que finalmente termino siendo el tan
precario Bunker. El muy astuto Bufo, había cavado un pequeño hoyo en la
arena, sobre el mismo puso la mitad de una bolsa plástica haciendo de
recipiente. Vertió agua de mar sobre la misma y en el centro, una pequeña parte
de botella. Volvió a cubrirla con otro pedazo de la misma bolsa dejando una
piedrecita en el centro. Con esto había formado un pequeño recinto para que el
sol hiciera lo demás, formando gotitas evaporando la sal del agua haciéndola
bebible. El tipo estaba asesorado en supervivencia, eso caía de maduro. Unos
metros mas allá, restos de peces, pero… ¿Cómo
los pescaba? (se pregunto) sin
anzuelo, sin armas, sin nada… ¿Cómo lo hizo? (volvió a preguntarse)
Lo
cierto para él, era que tenía que deshacerse de Bufo, la isla era pequeña para
dos, un odio se genera como algo necesario de desatar. No sabe porque, pero,
tanto mar y él se ahoga en odio…balbucea, sus trémulos labios resecos solo
balbucean…”Esto es por lo de maldito bastardo”
Tomó
una piedra con la intención de hundirla en la cabeza del naufrago, pero Bufo se
mueve porque en sus sueños aparece
Lorenzo, quien hace ya tiempo murió y fue arrojado al mar. Pero percibe un olor
nauseabundo que le hace arder las fosas nasales, tanto que se despierta antes
que la piedra se estrelle en su frente y la esquiva. En un rápido instinto de
supervivencia toma del cuello al portugués,
lo mira fijamente y le dice:
“Un
buen electricista siempre tiene a mano
su mejor herramienta”
Bufo
piensa que tuvo suerte, la que no tuvo nadie en este viaje de placer que
termino siendo una trampa.
Esta
amaneciendo en el horizonte en un matiz de colores sorprendentes, se reflejan
en parte en sus pupilas de ojos adormecidos y el, definitivamente seducido por
el imaginario canto de ninfas marinas, se está rindiendo en brazos de la
muerte. Luego de veinte días en Hawái, solo el mar le susurra ese particular
sonido, la de una naturaleza liquida…además de una voz amplificada de un megáfono
lejano juntamente con ladridos de perros sabuesos y lo conectan con el mundo
real.
“¡Heeeyyy”…¡¿Hay
alguien ahí?!
Los
periódicos le dedicaron la primera plana y los medios televisivos que siguieron
atentos este caso no dejaron nada por comentar. El informe decía:
“Los
tres pacientes y ahora prófugos que habían escapado del hospital
pneurosiquiatrico Federico Mora en Guatemala, finalmente fueron hallados. Que
en su momento habían sido incluidos entre los cincuenta pacientes con severos
trastornos mentales, por su extrema peligrosidad y que habían escapado
aprovechando, un error en el sistema de seguridad, huyendo hacia la selva. Los
tres habían caído en un profundo pozo de unos treinta metros que existía
producto de una excavación que se había realizado para la obra abandonada de un
oleoducto.
De
los tres, un tal Lorenzo Bocanegra muere casi en el acto debido al duro golpe
en la caída. El otro, Dionisio de la Rosa, más conocido como Bufo, sobrevivo
milagrosamente, aunque aún sigue grave debido al tiempo en que estuvo confinada
en aquel lugar sin alimento ni agua. Por último, Ricardo Tiseras, quien fuera
un reconocido médico cirujano en su vida sana, también había fallecido en el
accidente. Lo extraño de las pericias llevadas a cabo por los forenses, es un
detalle no menor y es que el mismo Tiseras, tenía clavado un pequeño
destornillador en el parietal derecho, llevaba consigo un morral, en el cual
tenía la cabeza seccionada del guardia de seguridad del hospital al que había
degollado para poder escapar. Le faltaba gran parte del rostro que se supuso en
primera instancia que había sido devorado tal vez por algún depredador natural,
quizás un animal pequeño, pero se descarto esto al comprobar que hubo
antropofagia.
Cuando
los rescatistas sacaron del pozo los cuerpos, Bufo balbuceaba en voz baja
palabras inentendibles, pero nadie le dio importancia porque suponían que era
producto de un delirio. Había repetido una y otra vez, casi cincuenta veces la
misma frase hasta que se desmayo en la camilla…”Soy electricista…soy
electricista…soy electricista…”
Cuento-autor: David Fernández
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