viernes, 24 de agosto de 2012


                                                                                                
Quisiera Decirte…
       Cuando este frente a Jesús, se lo que haré, para eso  he dedicado gran parte de mi tiempo, en imaginar la mejor manera de comenzar la eternidad.
 El amado apóstol Juan, dejara de ser el que se recostaba en el pecho del maestro, ¡ángeles y querubines, allí voy!
      Cuando este frente a El, le contare que feliz fue mi vida, desde el momento en que le di mi corazón, que hubo momentos de tristezas; por supuesto, pero que fui feliz.
  El me mirara, sonreirá  y hará de cuenta que desconoce algunas cosas de mi vida, por el mero hecho de prolongar la conversación.
Creo que todos estaremos contándole de una manera u otra, el resumen de nuestra existencia en manera personal, pero finalmente lo que los ángeles ven; es un cuadro que muestra a Jesús hablando con su novia; vestida con  traje, de un  blanco resplandeciente y con el ramo de flores en su mano (¿es fruto de mi imaginación?)
      Le diré también, que el viaje fue largo (desde el  día que lo acepte como mi Señor y Salvador) pero que en el transcurso del mismo, crecía mas y mas mi ansiedad por este momento; y aprovechando esto, entre suspiro y suspiro; mientras miraba por la ventanilla de la nube con destino al cielo, escribí algo para El.

Quisiera decirte…
Que los mejores momentos en los que sentí tu compañía, han sido aquellos en los que creí estar completamente sola.
Hasta que abrías mis ojos y podía verte allí, como siempre arrancándome una sonrisa, animándome, haciéndome sentir segura, a tu lado.
Quisiera decirte…que lo intente, una y otra vez.
Cada cosa que hice en tu nombre fue para que tú crecieras y yo menguara...
Si me seducía el  éxito, venias a mi para recordarme de donde me habías sacado.
Si el fracaso me susurraba al oído, estabas allí, con palabras de vida eterna y  volvía a intentarlo de nuevo.
 Tu nombre nunca lo olvide…
¿Sabes? , hoy será un instante incomparable, porque esta hoja nadie la escribió todavía, porque ya no existe el tiempo.
Porque se, que apartir del momento en que termine de leer esto, se borrara todo recuerdo de mi y me uniré a los millares y millares que te alabaran por la eternidad.
Por eso, quisiera decirte…
… Que tantas veces me hablaste de tu reino, que yo soñaba con estar allí, ¡yo te creí!... ¡si!... porque me hablaste con autoridad.  
Que si no hubieses puesto tu mano sobre mi corazón herido, jamás hubiera sabido, que no fueron los clavos; los que te sostuvieron en la cruz, sino el amor que me tuviste.  Apartir de allí, nunca  olvide la razón de porque moriste por mí.
 Si no hubiesen estado tus ojos sobre mi, no podría haber descubierto el valor que tiene una mirada.
He deseado tu bendición, creyendo en tu promesa, que un día  prometiste volver por mí… para llevarme a casa.
Quisiera decirte… que El Espíritu me fortaleció en tu ausencia, y me hablo de ti, como si nunca te hubieras ido.
En principio trate de resistirlo pero fue mas fuerte que yo,  había en El, como un fuego de Dios, irresistible. Finalmente, de no haber sido por El, otra seria mi historia.
Y Así fue que me remontaba a las alturas, por la fe que un día me dio alas... para ir en busca de este sueño...

 Entonces interrumpirás mi monologo, me miraras sonriendo como al principio, y me darás un beso en la mejilla… Me iré caminando despacio, volteare a mirarte y  me dirás: “Ven buen siervo fiel, entra al gozo de tu Señor.”

Fragmento del libro "El beso en la mejilla"   capitulo 10   autor David Fernandez.

jueves, 23 de agosto de 2012


La promesa

       En la oscuridad no existen las circunstancias. El tiempo esta postrado en el umbral de la nada y se detiene álgido. Hay un idioma de sombras ribeteadas; algo claro se separa sensiblemente de lo oscuro, eso es todo. La falta de luz anula un final predeterminado, el mundo no vidente es infinito, no hay fronteras ni dominios solo se vive tratando de interpretar la cultura de las sombras, ¿por donde se fue la luz? ¿Quien seco la fuente del ardiente en los ojos? ¿Como creerle al astro que aun brilla inagotable?, ¿que aun ilumina las mejillas del recién nacido y al perdido le devuelve un lugar abstracto que solo reconoce al palparlo? ¿Quién se atreve a proferir?  “Conozco una  la luz que puede disipar cualquier oscuridad” ¿si su mundo es solo lobreguez?

─ Predicador tengo algo para usted…─ Demetrio busco afanosamente algo debajo de su cama.
─ Es un obsequio para usted predicador…lo vengo haciendo hace tiempo y…lo oculte aquí para que los guardias no lo encontraran. ─ Clem tomo aquello que inmediatamente detecto con ambas manos y  palpaba minuciosamente a modo de reconocer su forma.
Levanto su frente buscando  atrapar una imagen en el aire y al reconocer lo que era aquello, sonrió tímidamente.
 ─ Gracias amigo…hace mucho que deseaba cambiar mi bastón…sinceramente, hace bastante tiempo que nadie me hace un obsequio. ─ Se rieron por algo sencillo.
─ Predicador…siempre me pregunte, por qué permite Dios que un hombre como usted, quiero decir…alguien que habla de el…viva en total oscuridad. Tal vez estando fuera de este lugar uno lo asumiría de otra manera, creo... ─ Pausa.
─ Por supuesto que no es sencillo aceptar vivir así condicionado a no hacer preguntas mientras el no quiera responderme.  Además una respuesta que me satisfaga no es la brisa que mueve mi barco Demetrio, el es mi barco y también mi puerto, estoy seguro en el, que mas puedo pedir. Ahora te ha puesto en mi camino para acompañar mis días de oscuridad. Todo esta bien amigo, todo esta bien…
     Se levanto de la vieja silla que siempre estaba ubicada en un rincón de la celda.
─ Voy a probarlo…dime ¿luzco bien? ─ Clem posaba para el recuerdo.
Por las tardes cuando el sol cae por el valle, hundiendo en sombras a la pequeña penitenciaria, ubicada entre el espeso bosque y las montañas que hacen de contexto, ambos sabían platicar sobre sus vidas.
─  ¿Por qué estas aquí Demetrio? ─ Se detuvieron inesperadamente. El hombre de color lo mira de lado, y mira a su alrededor.
─…Dicen que mate a un hombre.
─ ¿Dicen? ¿Como es eso? ¿A que te refieres?─ Demetrio dirigió esta vez su atención a las altas colinas, estaba cruzado de brazos y un suspiro le brota de lo  profundo al bajar la frente.
─ Dicen que yo lo hice, que soy un criminal…por eso me condenaron a perpetua… muchas cosas están confusas aun para mí.  Yo era un hombre feliz... predicador…si señor…fui un hombre feliz.
…Trabajaba en las plantaciones Duncan, el mismo en persona fue quien me había tomado como obrero, allí conocí a quien seria mi mujer. Si señor la mas hermosa mujer negra que yo haya visto en mi vida. La ame desde el primer momento en que la vi, juntos nos hicimos una cabaña en las afueras y luego  allí llego Ruth, mi pequeña Ruth.
    Aun me parece escucharla llamarme al volver de los sembrados y correr para saltar en mis brazos. ─ Sus labios comienzan a palpitar mientras son mojados por lagrimas.
─ Discúlpeme predicador…nunca lo había hablado con nadie…
Sus recuerdos se remontan al tiempo en que su alegría era aun posible.


“…─ Mañana hablare con el señor  Duncan, el entenderá que nuestro viaje es por el bien de nuestra hija, ella merece la oportunidad de una buena educación.
Todo lo que hagas estará bien Demetrio, sabes que siempre puedes contar conmigo, Ruth es muy pequeña pero cuando sea grande estará agradecida por haber tenido un padre tan valiente y responsable.
     Aquella mañana el soberbio  déspota señor Duncan sospechando lo que Demetrio le comentaría fingió estar enfermo, pero luego de una semana se encontraron.
“― ¡Ni lo sueñes Demetrio! sabes que te preciso para guiar a los trabajadores, falta muy poco para levantar la cosecha, ellos te respetan y quieren verte al frente, como cada año, como lo hizo tu padre, como lo hizo tu abuelo, tienes un lugar privilegiado no lo desperdicies. Yo que tu lo pensaría bien, no cometas una locura de la cual puedes llegar a arrepentirte.
A Demetrio no le gusto la manera tan sutil en que su patrón lo había amenazado, con la mueca de una sonrisa fingida y ese grueso dedo apuntándole.
─ ¡Ya esta decidido señor Duncan!, en dos días nos habremos marchado a otro estado.”


     Duncan era un hombre obeso que siempre estaba bebiendo. Sus días eran un calco de otro, siempre mal oliendo a sudor y  en una mecedora que estaba ubicada en la entrada a su casa, bajo una galería, se daba viento con un envejecido abanico. Esta conversación lo había puesto de mal humor, tenía tiempo para pensar y además el solo considerar que uno de sus trabajadores, si no el más valioso de ellos lo dejaría y se saldría con la suya, le generaba fastidio. Entre eructos y bostezos que solo le quitaban la pereza, Duncan frotaba su vientre por horas.
     Demetrio  tuerce sus recuerdos en dirección a lo que le duele relatar, pero ya es inútil  enderezarlos... no se puede alterar los sucedido, ya es vano para el. 
─ Esa misma tarde regrese del campo en mi caballo a todo galope, al ver que en dirección al lugar en donde vivía con mi familia sobresalía una espesa columna de humo negro, fue todo tan feo predicador. Mi cabaña ardía  en llamas. Llegue a escuchar  los grito de mi mujer y mi hija  pidiendo auxilio…no pude hacer nada…ellas estaban allí dentro atrapadas,...y  yo...y  yo no pude hacer nada por salvarlas, predicador.─ Se frota las manos con nerviosismo ─ Hasta que ya no las escuche gritar, ellas fueron quemadas vivas. Llore hasta que no me salio una lagrima mas. No fue difícil saber quien pudo haber ordenado esto, así que fui a ver a Duncan, el estaba meciéndose en su viejo sillón, bebiendo. Me lance sobre el y lo golpee con mis puños. Pero cuando lo había derribado me sujetaron y me encerraron en las caballerizas. Allí estuve atado por algunas horas hasta que vinieron los soldados, algunos trabajadores atestiguaron falsamente el haberme visto matar a Duncan. Luego me llevaron hasta donde estaba el...tenia la cabeza destrozada a golpes. No lo hice yo predicador…no fui yo, yo no lo asesine ¿usted me cree verdad?
─ Descuida amigo... continua.
─ Luego los soldados me arrestaron, con todas las pruebas en mi contra no me mandaron a fusilar, es extraño como que alguien freno esto y todavía sigo con vida. Clem camina unos pasos mas adelante que el, luego regresa con una pregunta, siempre con su rostro movedizo buscando atrapar en su ceguera la dirección correcta de su interlocutor.
─ Nunca... te preguntaste ¿quien pudo haberlo hecho?
─ Claro que si predicador…pero… ¿Quién creería las palabras de un negro? ¿Quien aceptaría la acusación de un labrador contra un hombre blanco hermanastro de un muerto?...Ahora el, es el único propietario de las plantaciones y yo estoy aquí preso por un crimen que no cometí.
     Clem se acerco de lado apoyado fuertemente en su bastón, entonces palpo por su hombro al robusto hombre de color cabizbajo.
─ Lo siento mucho Demetrio, en verdad…lo siento mucho.
Siguieron caminando lentamente por el sombrío y polvoriento patio.
─ ¿No le da temor  la muerte predicador?...
Clem sonríe tímidamente mientras le recita el Salmos 23

─ “…El Señor es mi Pastor y nada me faltara
    En lugares de suaves pastos me hará descansar,
    Junto a aguas  serenas me pastoreara.
   Consolara mi alma. Me enviara por caminos de justicia
   por amor de su nombre. Aunque transite en valle de sombra  de muerte
   No temeré mal alguno porque tú estarás conmigo…”

¿Sabes que?...el que algunos no vean a Dios, no quiere decir que El no este.
El esta mas cerca de lo que muchos creen, esto es fe, tan solo hay que llamarlo con el corazón, susurrando  su nombre ¿puedes entenderlo Demetrio? Este lugar es la sombra de algo malo, pero una sombra, no es verdad.  Solo es la suma de nuestros miedos, pero aun así eh decidido renunciar a este sentimiento negativo, porque tengo certeza de que El esta conmigo, siento su compañía cada mañana ¿puedes creerlo amigo mió? Tengo paz. No tengo temor.
     Aquella tarde, Demetrio experimento tan solo una vislumbre de un hombre entregado completamente a las manos de Dios, gustaba de hablar con Clem, quien a su vez descubría que solo así se hace un discípulo. Sin darse cuenta, para ambos, los días pasaban en el cumplimiento de sus condenas,  ellos sintieron con los años, que fue bueno tener alguien con quien hablar en este lugar, había tiempo para esto y también para escuchar.
─ Predicador, no lo imagino a usted empuñando un arma,  ¿Qué es eso de que lo acusan? ¿Como pudieron condenarlo sin un juicio justo?
─ Todo comenzó hace mucho tiempo, no justamente a raíz de un enjuiciamiento; fue mucho antes de lo que puedas imaginarte… yo era entonces un joven sin un rumbo definido  ¿me entiendes Demetrio?… un buen día, conocí a aquel delgado y pálido reverendo escocés que me llevo a los pies de Cristo, el se planto delante  mió para decirme algo que me marcaría por el resto de mi vida.  Su dedo se hundió en mi pecho como un aguijón. Aun puedo sentir su aliento golpeando en mi rostro, sus ojos crispados y la autoridad en sus palabras no me dejaban dudas de que había fuego de Dios en el…

“… ¡Escúchame bien muchacho!, cuando Dios te tiene en sus planes tendrás un momento para decidir, si das un paso hacia El, o no, si lo haces; no habrá mas quejas...pero puedo asegurarte que si lo haces, que si das ese paso...tu nombre será escrito en los cielos junto a  otros grandes hombres de la fe...de lo contrario, jovencito...prepárate para ser un diminuto grano de arena en el desierto. Conformándote tan solo con que el viento te lleve hoy de aquí para allá y deseando que una huella en tu vida dure más que lo que dura un suspiro. ”

     Demetrio estaba absorto escuchando el relato de Clem, le agradaba verlo gesticular personificando su relato. A pesar de su ceguera el predicador parecía descubrir un mundo espiritual de luces, colores y figuras que lo hacían asumir sus tinieblas con otra actitud.
Esos anteojos oscuros eran un escudo impenetrable que tan solo el podía percibir que sucedía detrás de ellos.
─ ¿Sabes amigo?... iba hacia el norte, a Denver, en busca de mi destino, dejando en la estación del ferrocarril a la mujer que amaba mas que a mi vida.  Luego yo me vi extrañamente descendiendo en mitad de mi camino en un lugar que no conocía...di ese paso ¿puedes creerlo? ...lo di voluntariamente, no se que me movió a hacerlo, solo Dios lo sabe. De hecho hoy, después de tanto tiempo lucho con el pensamiento de que haya sido todo tan inútil para mi...pero no para El; porque aun estoy con vida, sigo hablando sobre el amor de Dios y... ¿sabes que significa eso amigo? que hay algo pendiente todavía, por eso la certeza de que mi trabajo no se ha terminado aun. Mírame, estoy ciego, todos me ven en un mundo de oscuridad, nadie da nada por mí, pero aun hoy en este lugar... arde en mi corazón ese fuego de Dios que me movió a bajar de un tren.  No se como sucederá, pero se que algún día lo haré amigo...ya lo veras...algún día cuando ya todo termine para mi, estaré  satisfecho de haberlo intentado. De haber hecho algo por la causa de Cristo y también…de cumplir mi promesa.
─ Demetrio lo interrumpe por un momento.
─ ¿A que se refiere predicador?... ¿de que promesa habla?...
El ruido de la campana de la penitenciaria los estorbó, era hora de entrar a las celdas.
     Detrás de ellos estaba Bennett, pero no lo habían notado. Bennett era un hombre muy extraño, por momentos era sincero y transparente en sus palabras; tanto que habían conformado una cierta amistad entre los tres. Pero Demetrio desconfiaba de el, como que tenia un perfil oscuro, tal vez Clem también lo sospechaba, pero era mas comprensible, trataba de educarlo bíblicamente.
 Bennett había escuchado toda la conversación. Se frotaba el mentón como ordenando sus pensamiento, sus parpados comenzaban a cerrarse hasta la medida en que una fiera salvaje observa la presa. Frió...calculador...los ve marcharse como el que espía entre los arbustos del alma, oculto entre sus pensamientos siniestros.
Ya en la celda y antes de dormirse Demetrio quiere preguntarle algo...
─ Predicador...eeehhh ─ Clem le interrumpe antes que diga otra palabra ─ Lo se, se que quieres preguntarme sobre la promesa ¿verdad?...─ El silencio es tan profundo que a Demetrio le parece escuchar cuando Clem traga saliva por un par de veces, como dándose un tiempo para responder.
─ Amanda murió en mis brazos y...ella alcanzo a decirme algo muy brevemente.

“...Tienes un hijo...Clem...nuestro hijo. Mi padre lo quiso matar y yo lo envié lejos con una nodriza...pero nunca mas supe de el...
Tienes que...encontrarlo Clem...”
    
  No se que será de mi... querido amigo...pero una cosa si se y esta es mi promesa...que debo derramar el frasco de aceite que he guardado por años entre mis cosas...juro por ese hijo que tal vez nunca llegare a conocer, que lo haré. Debo derramarlo en el atrio de la casa de Dios para ungir su templo...se que luego todo será diferente para mi, ya lo veras,  Dios es fiel Demetrio...el me ha prometido que todo estará bien.
Clem, busco siempre repetir las costumbres bíblicas de consagración, su temprana comprensión espiritual lo había hecho adoptar esta práctica, derramar el óleo sagrado como algo elemental y necesario en aquello que seria dedicado para Dios. Algo que había aprendido de aquel reverendo escocés que lo había discipulado en el ministerio.
No hablaron más por aquella noche. Pero Clem en el silencio y con el murmullo de animales nocturnos del bosque, aun permanece cautivado por el recuerdo de aquella noche en que fue a despedirse del anciano reverendo que lo llevo a los pies de Cristo. La ceremonia privada e inesperada. La noche anterior de su viaje a Denver, aun es diáfana.

“...Yo... J.L.Thompson...ministro ordenado por la Misión Evangélica del sur de Gales ...derramo este aceite sobre tu cabeza consagrándote para el servicio al Señor...que a partir de este día serás un mensajero de su Palabra donde estés y esta autoridad  será tu investidura. Como el Señor dijo al profeta Jeremías: ...
Levántate y háblales todo cuanto te mande. No temas delante de ellos...Porque yo te he puesto en este día como ciudad fortificada, como columna de hierro y columna de bronce...Pelearan contra ti, pero no te vencerán, porque yo estoy contigo, dice el Señor, para librarte...”

      Recuerda esa imagen, recuerda el aceite deslizándose por sus mejillas, es tan real que vuelve a palparse la frente, mientras todos duermen…cree que aun sus cabellos guardan aquella viscosidad. Siente las manos humedecidas y piensa si su mente no le esta jugando una linda broma o tal vez sea un regalo del Espíritu. Ahora  puede comprender porque descendió del tren, porque altero su rumbo. Piensa en aquel día en que lo acusaron en un juicio y no se defendió. Claro que tal vez pudo haberlo hecho aduciendo credenciales divinas. Pero nadie entendería que la autoridad que lo enviaba a este lugar no era de este mundo. En vano buscaron títulos legibles al ojo humano...Clem, estaba impregnado de autoridad del reino de los cielos. No había llegado aun el tiempo  para el valle de las sombras, no aun;  de que los corazones percibieran el mensaje de un hombre ciego, que puede sostenerse como viendo al invisible.  

Fragmento tomado del libro: "Yo vi morir un ángel" capitulo 9 autor David Fernandez

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