El Legado
La interestatal remarca el atardecer en
los tupidos árboles a la distancia, es un relieve pictórico e interesante. El
hermoso Chevrolet se flirtea con lo que queda de la solitaria distancia,
haciendo del paisaje un atenuante al relato que revela un final inesperado. El
anciano dejo de hablar, fueron minutos de silencio, el muchacho no quiso
agregar nada por el momento. Había un clima solemne a manera de respeto. No
saben aun el instante en el que subieron al automóvil y emprendieron el camino
de regreso a casa, pero estaban empapados del pasado… deseando que las cosas no
hubieran ocurrido así pero era evidente que de una historia como esta, algo
tiene que quedar, algo bueno por el que haya valido la pena haber frotado el
corazón de un anciano a las puertas del paraíso.
― Abuelo…acaso el predicador… ¿fue tu padre? ― Freddy conducía
velozmente pero seguro, creyó que lo miraría, pero en cambio el anciano
Robert miro por el lado de su ventanilla
y se tomo el tiempo para responder. Sus labios gesticulaban suavemente mientras tragaba saliva.
― Lo era…el fue mi padre…― Llevaba sobre sus regazos un
maletín de cuero rustico, envejecido pero bien cuidado. Lo abrió delicadamente
como quien busca algo muy fragil.
― Quiero hacerte un regalo Freddy, mi padre
recibió esta Biblia de un reverendo escoses, el a su vez se la obsequio a
Demetrio. Mi padre le enseño a leer con ella, y también a escribir ya que el
agricultor nunca había ido a una escuela. Cuando nos conocimos llegue a
apreciarlo bastante; por todo lo que me contaba, por aquello que vivió al lado
de mi padre. Antes de su muerte el me hizo llamar. Yo estaba en un servicio
ministrando la palabra de Dios y fui hasta su lecho.
“… Reverendo…acérquese, quiero mostrarle algo que
tengo guardado en este paquete, seguramente le dará buen uso, lo guardo como un
tesoro y siento que sea usted quien lo conserve, donde yo voy no podré llevarla
conmigo. Tuve el privilegio de conocer a quien sembró la semilla del evangelio
con ella aquí…y también a quien la regara.”
Demetrio estaba muy
enfermo y le costaba mucho hablar, por momentos tosía fuertemente y su pecho
parecía estallar.
“…Créame reverendo
que no fue en vano…que nada de lo que hizo Clem Gutman se perderá…yo… lo vi
morir. Vi morir a ese ángel enviado de Dios…llore por esto…pero también, fui
feliz por el, porque lo había logrado, había ungido la casa de Dios como lo
había prometido; esa promesa lo mantuvo con vida tantos años. ¿Sabe algo
predicador? El veía en su ceguera…en su mundo de oscuridad el podía ver algo
que nunca llegue a entender.
Sus ojos se llenaron
de lágrimas y sus labios temblaban de manera conmovedora.
― Tranquilízate Demetrio…― Nuevamente el sufrido
instante de esperar la próxima palabra. El hombre de color esbozaba una tímida
sonrisa.
― Por momentos…
su rostro brillaba como el sol, si señor, cuando percibía en su mundo
algo sobrenatural y sonreía… y sus manos…sus manos palpaban algo allí…nunca me
lo dijo, pero aquello encendía su corazón...pienso tal vez que el…que el podía
verla…a ella, allí, al final de su camino. Me refiero a su querida Amanda.
Termino de quitar el envoltorio
esforzadamente.
―…tome reverendo esta Biblia ahora es…”
―…Tuya Freddy…consérvala…es bueno tener alguien
en quien confiar en esta vida.
El anciano se toma el
pecho repentinamente.
― ¿Te encuentras bien abuelo?
―…Descuida. Estaré bien. ― Con mucho esfuerzo el viejo predicador termino su discurso.
―…Descansa en esta Palabra…ella te sostendrá en la tormenta y en la
desesperación tendrás paz. En la oscuridad guiara tus pasos a Jesús; el único
camino a la casa de nuestro Padre.
Freddy sintió que algo extraño estaba
sucediendo, como si el tiempo se hubiera detenido y el pasado ahora si de
manera sobrenatural podía mezclarse con
el presente. Haciendo del futuro algo tangible, pero nadie puede atestiguar de
este evento. De lo que sucedió un día cálido de noviembre de 1972 en una solitaria ruta interestatal…y mucho menos de
aquella ceremonia privada dentro de un Chevrolet Bel Air 1957 detenido sobre el
adusto pasto al lado de una carretera…
…mientras un anciano
eleva una oración que es un susurro, como un gemido…
…luego se reclina suspirando,
expirando…y un joven de labios trémulos,
llora por el regalo de su abuelo…que acaba de morir.
Fragmento del libro "Yo vi morir un ángel" autor: David Fernandez