LOS MUROS DE AMSTERDAM
Cuando
Manfred cierra los ojos, recuerda a Gemmeker.
Quizás por eso es que acostumbra a dormirse tarde y entonces la noche se
le hace más corta. Desde un tiempo atrás viene haciéndolo y nadie lo había
notado. Hay algo que le sucede y de lo que no quiere hablar o nadie nunca se
atrevió a preguntarle. Ha estado extraño últimamente, al punto tal de guardar
su mascota muerta debajo de la cama. Una pequeña ardilla envuelta en unos
andrajos le devuelve llamativamente un vestigio de aquella etapa sombría en su vida;
que extrañamente no quería perder, pero al fin y al cabo le pertenecía como un
estigma; aunque olía muy feo ya y entonces hubo que encontrarla. Nos había
dicho, a cada uno individualmente, como un secreto compartido que al fin el
pequeño roedor había encontrado la libertad y creímos que se refería a que había
escapado al bosque, pero sus palabras debían ser interpretadas de otra manera. A
partir de entonces era inusual verlo
caminar por el exterior de la casa sin Milo en su hombro y sacando migajas de
su bolsillo para alimentarla. En lo concerniente a su vida familiar, siempre
se supo que era huérfano y que según él, tenía una media hermana que nunca
llegó a conocer. Su madre cuando era solo una jovencita había quedado
embarazada de un sujeto bien parecido de quien estaba perdidamente enamorada, un
forastero atractivo para las jovencitas de aquel lugar. El tipo siempre andaba
bien afeitado y oliendo a rico perfume, pero en esta apariencia se escondía una
persona totalmente diferente, muy violenta.
Luego se supo que estaba casado y tenía una hija de tres años en el lugar de
donde venia. Finalmente había jugado con
sus sentimientos y luego la abandonó a
su suerte cuando estaba a punto de dar a luz, por supuesto, no sin antes
propinarle una feroz golpiza. Lamentablemente y debido a esto se acelero el
parto y la madre de Manfred falleció. Del tipo nunca se supo mas nada. Su
abuela materna tuvo que hacerse cargo del recién nacido, para cuando Holanda
fue ocupada por Alemania, el niño ya tenía 7 años. Su vida estuvo llena de
matices propios de un ámbito de escases y pobreza. Pero el hecho de sobrevivir
a la guerra, eso sí fue un reprimido grito de victoria. El relato desconocido que
la humanidad no puede dejar de oír.
“¿Todo bien papá ?─ El saludo de la mañana, que no es saludo, esto es algo que ya es parte de la vida cotidiana. ─ Has estado llorando ¿verdad?─ Se acerca hacia donde esta aquel hombre sentado, que hipnotizado, mira a través de la ventana y la visión de su mirada se reduce a lo que sus arrugados parpados le permiten ver. Debido a esto se tiene que agazapar un poco en su postura tan solo para mirarlo de frente.
─
Conseguiremos otra ardilla pronto ¿de acuerdo? ─ Las pupilas de Manfred no reflejan ardillas, reflejan uniformes
militares
─ ¿Qué día es hoy Hubert?
─Lunes papá… ¿Por qué lo preguntas?
─ Entonces, mañana es martes ¿verdad?
─ Si, claro.
─... Mañana vendrán por mí…─ Hubert, no
quiere detenerse en esa charla, sabe que será el comienzo de algo que no es
bueno para él, entonces ambos se distraen con el inesperado aleteo de un
gorrión que se posa en la reja de la ventana. Manfred levanta la frente tratando
de entender el ámbito de desconfianza de las aves, que siempre están moviendo
sus ojos hacia todos lados para que nada las sorprenda, para seguir su vuelo,
para alimentarse, para no perder la libertad, para vivir. Volvió a su postura
inicial casi por obligación. Parece tan irremediable que quien haya sufrido un
pasado doloroso, transmita esa sensible sensación de no haber sanado nunca,
como una oscura hiedra que cubre el alma.
─ ¿Dónde está Dominic?─ Se levanta de la
silla sin hacer mucho esfuerzo y se nota un cambio en su actitud ─ En la universidad
papá, como siempre dando su cátedra ¿Por qué lo preguntas?─ Últimamente Manfred
piensa más de lo habitual antes de responder. Frota sus huesudas manos y esboza
una palabra que llena de aire su boca, una consonante que se hace esperar.
─Porque… quiero pedirle un pequeño favor…
y sé que él no se rehusara.
─Dímelo a mí y yo le daré tu recado.
─ No…no será necesario, quiero hablar con
él, solo dile eso─ Cuando Manfred cierra los ojos, un niño comienza a correr escapando
de la guerra.
F.J. DAVID (copyright-2023) David Fernandez- Fragmento de "Los muros de Amsterdam"