jueves, 25 de mayo de 2023

LOS MUROS DE AMSTERDAM

 


    LOS MUROS DE AMSTERDAM

Cuando Manfred cierra los ojos, recuerda a Gemmeker.  Quizás por eso es que acostumbra a dormirse tarde y entonces la noche se le hace más corta. Desde un tiempo atrás viene haciéndolo y nadie lo había notado. Hay algo que le sucede y de lo que no quiere hablar o nadie nunca se atrevió a preguntarle. Ha estado extraño últimamente, al punto tal de guardar su mascota muerta debajo de la cama. Una pequeña ardilla envuelta en unos andrajos le devuelve llamativamente un vestigio de aquella etapa sombría en su vida; que extrañamente no quería perder, pero al fin y al cabo le pertenecía como un estigma; aunque olía muy feo ya y entonces hubo que encontrarla. Nos había dicho, a cada uno individualmente, como un secreto compartido que al fin el pequeño roedor había encontrado la libertad y creímos que se refería a que había escapado al bosque, pero sus palabras debían ser interpretadas de otra manera. A partir de entonces era inusual  verlo caminar por el exterior de la casa sin Milo en su hombro y sacando migajas de su bolsillo para alimentarla.                                                    En lo concerniente a su vida familiar, siempre se supo que era huérfano y que según él, tenía una media hermana que nunca llegó a conocer. Su madre cuando era solo una jovencita había quedado embarazada de un sujeto bien parecido de quien estaba perdidamente enamorada, un forastero atractivo para las jovencitas de aquel lugar. El tipo siempre andaba bien afeitado y oliendo a rico perfume, pero en esta apariencia se escondía una  persona totalmente diferente, muy violenta. Luego se supo que estaba casado y tenía una hija de tres años en el lugar de donde venia. Finalmente  había jugado con sus sentimientos y luego  la abandonó a su suerte cuando estaba a punto de dar a luz, por supuesto, no sin antes propinarle una feroz golpiza. Lamentablemente y debido a esto se acelero el parto y la madre de Manfred falleció. Del tipo nunca se supo mas nada. Su abuela materna tuvo que hacerse cargo del recién nacido, para cuando Holanda fue ocupada por Alemania, el niño ya tenía 7 años. Su vida estuvo llena de matices propios de un ámbito de escases y pobreza. Pero el hecho de sobrevivir a la guerra, eso sí fue un reprimido grito de victoria. El relato desconocido que la humanidad no puede dejar de oír.

 

 “¿Todo bien papá ?─ El saludo de la mañana, que no es saludo, esto es algo que ya es parte de la vida cotidiana. ─ Has estado llorando ¿verdad?─ Se acerca hacia donde esta aquel hombre sentado, que  hipnotizado, mira a través de la ventana y la visión de su mirada se reduce a lo que sus arrugados parpados le permiten ver. Debido a esto se tiene que agazapar un poco en su postura tan solo para mirarlo de frente.                                                                                      

       ─  Conseguiremos otra ardilla pronto ¿de acuerdo? ─  Las pupilas de Manfred  no reflejan ardillas, reflejan uniformes militares  
       ─ ¿Qué día es hoy Hubert?

       ─Lunes papá… ¿Por qué lo preguntas?

       ─ Entonces, mañana es martes ¿verdad?

       ─ Si, claro.

       ─... Mañana vendrán por mí…─ Hubert, no quiere detenerse en esa charla, sabe que será el comienzo de algo que no es bueno para él, entonces ambos se distraen con el inesperado aleteo de un gorrión que se posa en la reja de la ventana. Manfred levanta la frente tratando de entender el ámbito de desconfianza de las aves, que siempre están moviendo sus ojos hacia todos lados para que nada las sorprenda, para seguir su vuelo, para alimentarse, para no perder la libertad, para vivir. Volvió a su postura inicial casi por obligación. Parece tan irremediable que quien haya sufrido un pasado doloroso, transmita esa sensible sensación de no haber sanado nunca, como una oscura hiedra que cubre el alma.

       ─ ¿Dónde está Dominic?─ Se levanta de la silla sin hacer mucho esfuerzo y se nota un cambio en su actitud ─ En la universidad papá, como siempre dando su cátedra ¿Por qué lo preguntas?─ Últimamente Manfred piensa más de lo habitual antes de responder. Frota sus huesudas manos y esboza una palabra que llena de aire su boca, una consonante que se hace esperar.

      ─Porque… quiero pedirle un pequeño favor… y sé que él no se rehusara.

      ─Dímelo a mí y yo le daré tu recado.

      ─ No…no será necesario, quiero hablar con él, solo dile eso─ Cuando Manfred cierra los ojos, un niño comienza a correr escapando de la guerra.

F.J. DAVID (copyright-2023) David Fernandez- Fragmento de "Los muros de Amsterdam"


ROMPIENDO TUS LIMITES

ROMPIENDO TUS LÍMITES Mensajes inolvidables En un enfrentamiento bélico, se emplean estrategias de combate, si bien esto puede definir u...