sábado, 27 de julio de 2013

Relatos breves para soñar con los ojos abiertos


  El Puente

      Siempre se escuchaba temprano el andar de las carretas que partían rumbo a los sembrados, pero hoy no, no hubo ruido.  Una quietud inusual se respiraba y los que se levantaban temprano  lo sabían, algo no andaba bien. Los pájaros revoloteaban entre las ramas, a modo de confirmar esta sensación tensa. El dueño del aserradero percibió esto de manera que su piel se erizó y una sensación de frío le recorrió la espalda. Se volvió a su casa, dejo su carreta  en la entrada, no enlazo las correas del caballo en ningún lugar. Su mujer creyendo que algo le había sucedido salio a su encuentro. Se van juntos al interior de la cabaña mientras le comparte su desconfianza inexplicable. Esto vuelve a repetirse en otros, pero no hay motivo aparente.
Amanece en el valle, hoy será un día decisivo y nadie aun sabe que será así. Clem esta con su rostro erguido, sintiendo la brisa exterior de la ventana de su celda. La cárcel en la colina le dio alguna vez la última  visión que no ha podido olvidar jamás, a manera de castigo tal vez. Su rostro esta literalmente inalterable en dirección a la parte más baja del valle.  Luego se quita los anteojos negros y los limpia pacientemente con una franela, imagina ese lugar que lo mueve a la nostalgia. Vuelve a creer en su imaginación que en verdad esta mirando el tan temido puente. Si lo podía imaginar...estaba bien, porque nada había cambiado desde entonces.
 Tiene 70 años y su envejecido rostro ha erosionado por el tiempo, 38 años de encierro serian determinantes para terminar con este pleito. Mucho tiempo para llevar a cabo un plan poco tiempo para ejecutarlo. Estruja sus puño levantando su rostro, como buscando en el aire un lugar donde colarse de su realidad en tinieblas. Tantos años, tanto tiempo…pensaba.
     Demetrio no escucho cuando se abrió la puerta de la celda porque  dormía pesadamente ¿quien pensaría que la celda estaría abierta?...nadie.
 Bennett le había indicado que alguien olvidaría de cerrar su celda, pero no le aclaro que había sido una orden de Fuller.
Dejo una nota sobre su cama escrita de manera irregular debido a la ceguera, pero al fin era algo legible, se entendía el mensaje.
“Gracias por tu ayuda Demetrio, fuiste un buen amigo.
No te preocupes por mi, a donde yo voy…seguramente estaré bien”
La carreta que cada mañana entraba para traer las provisiones de alimentos para los presos, había llegado chillando. Los rostros sudados de los guardias que hacen este trabajo son la moneda corriente. La  señal la da Bennett, suben entre las provisiones de verduras y  harina; luego se tapan con una lona,  nadie reviso su contenido al salir, siempre lo hacían en un control habitual, esta vez no.  Cruzan el patio rumbo a la entrada principal pero no abra problemas, porque  los soldados que protegen la entrada principal de la cárcel ya están avisados por Fuller, saben como actuar, están predispuestos a no reparar detalles, en una complicidad nefasta. Clem ya esta fuera y no lo han notado. Fuller lo había logrado, la carreta se aleja rechinando cuesta abajo, el predicador había cruzado la línea restringida solo seria cuestión de minutos, pero no debía detenerlo, no aun, tenia que dejarlo ir más allá; donde su vida en verdad corra peligro.
  La carreta se detiene a la vera del camino a un lado del puente y Bennett aprovecha para despedirse de Clem.
“Perdóneme predicador... era la única manera de obtener mi libertad…sabia que este era su sueño, salir de la prisión para…para…buena suerte predicador.”
 La mirada traidora de un coyote no inspira confianza a nadie, se percibe en el timbre lisonjero de la voz. Bennett cree que una disculpa puede lavar  lo indeleble. Volvió a esconderse entre los bultos para seguir su camino, pero aun así el farsante lo seguía mirando a la distancia.
     Clem, llega al puente palpándolo suavemente, apoyado en su bastón, ese que Demetrio le había hecho con sus propias manos. Sus pisadas eran un estruendo en el valle silencioso y se detuvo allí por unos instantes apoyado en la enmohecida baranda. Allí se quedo otro momento para respirar el aire fresco que venia del bosque, escuchando el agua circular por debajo y su corazón se emociona.
     Mientras tanto, la gente espiaba desde sus casas, no podían creer lo que veían, el viejo predicador estaba en libertad, algunos salían para ver el inicio de una locura.
─ No lo lograra. ─ Decían.
     Muchos niños habían crecido bajo esta superstición, un lugar al que los ancianos del valle hicieron maldito contando a otra generación la trágica  historia que escondía ese sitio.
Su mano va deslizándose sobre la áspera  madera que nadie mas toco y vuelve a convertirse en una piel joven y fuerte, el cree que esto sucede.
 Un pueblo que nunca pudo olvidar la sangre que lo había manchado.
      A Clem, poco le importo el desprecio de sus enemigos porque iba en busca de la meta que solo el podía ver…y el puente… aun le inspiraba recuerdos buenos, las veces que lo había cruzado de la mano de Amanda. Siente un temor inesperado al poner su pie dentro de el. Un imaginario sol vuelve a encender su camino, el puente irradia luz propia y una mano joven… suave…toma de la suya  entrelazando sus dedos.  Entonces el deja su  bastón cual si fuera una espada estéril.
 Es ella, que aparece para guiarle en la experiencia. La siente tan cerca en una realidad mágica que esto le basta para animarse a creer que ha recuperado la vista. Amanda esta joven, como cuando se fue, su sonrisa marcaba los hoyuelos de sus pómulos… bella, como cuando se amaban; sus cabellos rizados cubiertos por la capelina y ese vestido color salmón con el que había llegado al valle. La gente se mira entre si, suponen que esta loco, porque lo ven solo sin  bastón, sonriendo y balbuceando antes de entrar al puente. Su mano derecha se eleva y allí queda como sosteniendo el mismo aire.
  Es entonces que suena la campana de la cárcel.
─ ¡Hombre que huye! ¡Hombre que huye!─ La voz que da aviso. El caos en la cárcel es una parodia creíble.
─ ¡Avisen al Jefe! ─ La sonrisa sarcástica de Fuller marcaba  un gesto de satisfacción, primera vez que sonríe, luego de hacer sonar su silbato de alarma. Demetrio se despertó sobresaltado y se tomo de los barrotes de la ventana.
     Comenzaba a desatarse la locura de un pueblo cegado por sus miedos y así  también la venganza de un hombre desairado por su amante, Fuller nunca perdono al predicador, de haber convencido a Marion a cambiar de vida, adoptar la fe que el practicaba y luego con el tiempo marcharse del pueblo; hacia la ciudad de Filadelfia, en el estado de Pensilvania.
     Clem, sigue sonriéndole a su visión, Amanda  le muestra el sombrero que el había perdido en la estación cuando se despidieron  desde un vagón en movimiento.  
… “¡¿Quisieras ser mi esposa Amanda?!”...
     Nadie comprendió este amor en aquel entonces,  no lo comprendieron aquí tampoco por tradición, los padres inculcaron este odio a sus hijos y así pasó el tiempo.
 Clem hablaba con ella mientras cruzaba el puente.
─ Vendrán por mi…lo se… es el momento, no los culpo, están enfurecidos… era de esperar. Esta tierra esta atada por  sus miedos y supersticiones. En momentos todo acabara…aun así mi querida Amanda…debes saber que nunca deje de amarte,  siempre te ame... ─  Estas ultimas palabras fueron un susurro para si mismo.
Cuando acabo de cruzar, la figura de Amanda se desvaneció, su mundo efímero y volátil  se desvanece; todo es nuevamente oscuridad para el, ella se había ido. La ilusión de su corazón lo había acompañado iluminando su corta travesía, ahora deseaba caminar en dirección a la iglesia tan solo para cumplir con una promesa. Cincuenta pasos hasta el atrio, los había contado alguna vez y lo recordaba perfectamente...cincuenta pasos desde el puente.
  Demetrio sigue paralizado,  aferrado a las rejas de una ventana en la colina. El hombre de color sabe que es el fin de su amigo.
La gente se apiño induciendo a los representantes de la ley a que cumplan su trabajo de una vez.
─ ¡Vamos alguacil Fuller haga su trabajo! ¡Ese hombre debe morir!
No había manera de eludir el decreto, ya había sido establecido hace tiempo. Una ley que condenaba a muerte sin mas, a quien cruzara este lugar. Por eso no se escucho una advertencia para  detenerlo. El alguacil atino a acomodarse el uniforme, fue entonces que se escucho la imperativa orden  a sus agentes.
─ ¡Preparen!... ¡apunten!...
─ ¡Vamos oficial Principal, que nuestros impuestos pagan sus sueldo! ¡Que sus guardias disparen de una vez!─ Le arengaban los del pueblo.
─… ¡¡Fuego!! ─ Grito Fuller, de manera estrepitosa. Un pensamiento le grita de manera ensordecedora en su cabeza: ¡Púdrete Guttman!
 Clem cayo de rodillas atravesado por algunos proyectiles, así se mantuvo por algunos segundos, diez pasos mas...solo diez pasos para llegar.  No podía hacerlo, estaba perdiendo mucha sangre.
     Entre la gente se abrió paso una mujer joven que corrió  hasta el, alguien que se compadeció del anciano predicador. Le ayudo a ponerse de pie, estaba muy mal herido. No todos pensaban como todos.
─  ¡¿Como pudieron hacer algo así?! 
─ Por favor... llévame hasta... el atrio... de la iglesia...─ Le dice Clem agonizante.
Un suspiro seria el tiempo suficiente para sacar algo de entre sus ropas.  Aquello que su corazón nunca pudo olvidar desde hace 38 años.

“…Mi querida Amanda…mañana inauguraremos la iglesia, será un día esplendido, ya lo veras. Por eso antes de entrar a este lugar derramare este pequeño frasco de aceite en el atrio y el Espíritu de Dios bendecirá esta casa.”

Aquella tarde Amanda moriría en sus brazos.
En su agonía el recuerdo se esfuma y la poca fuerza le alcanza para abrir el diminuto envase y derramarlo allí. Lo había logrado, el atrio de la polvorienta y abandonada iglesia recibía el aceite para su consagración, la casa de Dios  era testigo de la muerte de un hombre inocente.
 Se desplomo sin vida sobre su rostro, la joven esta a su lado inmóvil. Da media vuelta y se retira corriendo entre sollozos. Demetrio observo todo desde la colina.
 El grupo de guardias cruzo el puente inmediatamente para ver el cuerpo, le siguió la chusma infernal que traían palos y herramientas de campo a modo de armas. Quisieron golpear el cuerpo, pero el oficial ayudante de Fuller se los impidió; quien ya lo había palpado y descubrió lo que todos esperaban.
“¡No lo toquen!...el predicador esta muerto”
Otra mujer adulta llego al final de todo esto diciendo que había escuchado un par de disparos en dirección a las afueras del pueblo, Fuller rápidamente le dice que es el bosque que repite el ruido de los rifles que ellos acababan de disparar. Claro…nadie se tomaría el trabajo de averiguar si en verdad esto era así…nadie jamás pudo probar de quien era el cuerpo sin vida que habían arrojado por el precipicio,  desde una carreta que cargaba provisiones y que era  conducida por dos guarda cárcel. Fuller no había dejado escapar ningún detalle. Los lobos terminaron de hacer el trabajo con las entrañas esparcidas del muerto que se estrello en el fondo del precipicio.
     Hay un hombre que yace en el atrio de la iglesia y todos lo miran. Se miran entre si, algunos se sacan el sombrero, luego el silencio se vuelve muy profundo y nadie se mueve por temor a no saber que viene luego. Silencio de un pequeño mundo hibrido.
     El envejecido y aun dueño del hotel, Haroldo Montes, dio un paso hacia adelante. Volteo muy lentamente para ver algo detrás de él.
─ Hemos cruzado el puente ─ Giraron sus cabezas, quedando con sus bocas abiertas y los ojos pasmados.
─… ¡Maldición!… ¡hemos cruzado el puente! ─ Volvió a vociferar Montes arrojando en el suelo la pala que había traído. Miraron el puente que estaba detrás, soltaron sus herramientas y palos. Tanta gente de pie… un solo hombre en un atrio. Muerto. Uno a uno se fueron a sus casas. La maldición estaba rota. Nadie había reparado que el sol se había escondido al mediodía y estaba comenzando a llover.
─ Entierren al predicador, no quiero un cadáver en el campo en vísperas de la fiesta anual del pueblo, la lluvia lavara la sangre ¡¿entendido?!
La tormenta se transformo en una furiosa tempestad.
Fue imposible cavar una fosa para enterrarlo, por el agua que caía, así que decidieron traer piedras para tapar el cuerpo hasta nuevo aviso.
Luego de esto, el oficial ayudante de Fuller se quedo atónito bajo el torrencial temporal con la última piedra en su mano; mientras que sus compañeros lo llamaban desesperados para refugiarse de la torrencial lluvia.
Es que solo el lo había notado...desde el instante en que toco al predicador, su cojera de nacimiento se había ido para siempre. Sus rodillas se hundieron en el lodo y lloraba como un niño al que sus padres han olvidado bajo el aguacero.
El insaciable odio de Fuller llevo a inducir a que algunos campesinos irrumpieran al anochecer en la oficina del jefe, pidiendo que cambiara el lugar de su sepultura. El jefe había mandado a ubicar al predicador junto a la tumba de Amanda, en las inmediaciones de la iglesia.
 ─ Nada  cambiara... ¡desaparezcan de mi vista inmediatamente!
  Salieron despavoridos porque los amenazo con encerrarlos por  resistirse a la autoridad. Por supuesto que  nadie quería perderse la fiesta anual de “Valle escondido”, por el comercio que circulaba en esta fecha, la gente venia a gastar su dinero a este lugar, esto era verdad Las inmediaciones del pueblo se convertían en un gran acontecimiento, niños, jóvenes y adultos llegaban en carretas; todos buscaban disfrutar de una manera u otra los días que duraba esto
Pero ya nada fue igual para algunos. Ya nadie podía asegurar en este pueblo, que las historias que se contaron en otras generaciones fuesen ciertas.
Según se decía que para estas fechas por las calles polvorientas de “Valle Escondido”  en horas de la madrugada; los espíritus recorrían los campos para bendecir las cosechas. Quien no participara de esta fiesta recibiría la maldición de ellos.
     Fue suficiente que alguien hiciera correr un rumor  para el próximo año y ya nada fue igual, el rumor influyo en los alrededores. Algunas veces quienes lo recuerdan, dicen que el tal sujeto, lo contó una noche en otro pueblo, gesticulando ante el asombro de crédulos que gustaban de este tipo de relatos. Mientras reparaban algunas monturas para sus caballos alrededor de una pequeña hoguera para combatir el frío. Nadie se atrevió a interrumpirlo:                                                                  
”…Mataron un ángel…yo lo vi…fue un mediodía en que el sol se fue…si señor.
…El cielo se puso negro y la naturaleza mostró su enojo con una furiosa tempestad…fue un día extraño, nadie salio de su hogar, nadie salio al campo a trabajar, nadie comió. Ese día, extraño y  misterioso día. El pueblo de “Valle Escondido”  desato un inusual odio y hubo derramamiento de sangre inocente en el atrio de la Casa de Dios; no tendrían que haberlo hecho, no señor… yo lo vi, estuve allí…yo vi morir un ángel.”    

Esto no interesaba mucho mas a nadie tal vez que no fuera gente de los alrededores, quizás por que era principios de siglo y el mundo estaba pendiente de algo mucho más importante. Las hostilidades en el viejo continente.
 El pueblo de “Valle Escondido” vivió ajeno a la primera guerra mundial. Era de esperar que nadie se ocupara de investigar la extraña desaparición de Amanda Rose Carpenter, mucho menos de un joven que salio un día  hacia Denver tras la fiebre del oro, y  termino sus días como predicador en un lugar desconocido.
     Luego de estos sucesos  Demetrio quedo en libertad, alguien había conseguido una carta de puño y letra donde lo desligaba de los cargos que se le imputaban. El asesino de Duncan antes de morir habría confesado ser autor material del crimen, ahora Demetrio estaba en libertad. Tantos años perdidos… siendo inocente.
      La pequeña penitenciaria ubicada en la colina fue clausurada definitivamente, nunca mas fue reabierta para nadie. Allí siguió abandonada, guarida de alimañas y alguno que otro animal salvaje del bosque.
Los primeros años desde la muerte de Clem, Demetrio solía llevaba flores a su tumba. El siente que esta en deuda aun con el predicador, siente nostalgias por las circunstancias que rodearon el final de su vida. Por eso tal vez con mucho cariño y sin esfuerzo visita el lugar a manera de redimir el pasado. Nunca olvidara la vez que Clem le obsequio su Biblia.

“…Es lo mas preciado que tengo Demetrio…ya no podré usarla, mis ojos han perdido la luz y estoy sintiendo que mi final esta muy cerca…tómala…eres un buen amigo. Todo hombre necesita alguien en quien confiar, confía en ella, te ayudara en los momentos difíciles, eres la persona indicada para conservarla…”
    
     En ese momento no entendió lo que quiso decirle. Vuelve de su recuerdo para recrear un pensamiento ambiguo, se pregunta a si mismo si estuvo bien de su parte, haber sido el, quien haya hecho correr el rumor por los alrededores diciendo:…
”Yo vi morir un ángel”.  Finalmente se convence que solo un hombre como Clem pudo haber sido verdaderamente un mensajero  enviado por Dios. Solo un hombre de su talla pudo haber llegado a un lugar como este, no debe haber sido de otra manera. Sacar a la cofradía sumergida en miedos… y luego cruzar un puente a precio de su vida;  no es para cualquiera. Hoy, los niños juegan allí, ya nadie teme este lugar.
     Al cumplirse un nuevo aniversario de su muerte, como de costumbre muy temprano al amanecer fue al mismo lugar, animado por un día tan bello que le inspira a silbar un viejo himno que el anciano predicador le había enseñado. Dejo las flores sobre la tumba y acomodo algunas cosas.
─ ¡Buenos días!, discúlpeme usted, no encontré a nadie por las calles del pueblo…
     Demetrio se dio vuelta lentamente y se acerco al sujeto un poco más. 
─ Lo vi aquí y cruce el puente para preguntarle si sabe de un lugar donde pueda  hospedarme con mi familia.Un hombre de unos cuarenta años, deja sus maletas en el suelo y extiende su mano.
─  Soy  reverendo… estoy aquí para empezar una nueva obra…predicar la Palabra de Dios…usted me entiende ¿verdad?─ Demetrio siente un atisbo de asombro, finalmente, algo que puede despertar cualquier viajero común y corriente; pero luego se quedo pensativo.
 ─  Claro que lo entiendo. Si señor el viejo Demetrio entiende perfectamente lo que usted dice. Acompáñeme predicador…conozco el mejor lugar del valle para usted.
     El ya es un anciano, de andar lento, con sus manos apoyadas en la parte de atrás de la cintura el hombre de color cruza el puente.
─ ¿Por qué  esta abandonada esa iglesia? ¿Sabe usted que ha sucedido? ─ Pregunto el reverendo recién llegado. Demetrio le comenta brevemente que es una larga historia.
─ ¿Escucho hablar de Clement Gutman?─ Volvió a preguntar el forastero ─ Dicen que fue un predicador que anduvo por estos valles antiguamente.
Demetrio se detuvo un instante en la caminata y lo miro fijamente
─ ¿Por qué... me pregunta usted  por el?...
─ Lo siento, olvide presentarme… mi nombre es Robert,  reverendo Robert Carpenter…hijo de Clement Gutman y Amanda Carpenter; ¿sabe algo sobre el? ¿Vive aun?... Demetrio miro en dirección a la iglesia, suspiro suavemente y luego apoyo su mano en el hombro de un desconocido que ahora  le resulta familiar, estaba conmovido. Se contuvo. Aun así, menea la cabeza sonriente, dejando ver su  dentadura blanca y perfecta
 ─ ¡Si señor! ¡Claro que si reverendo!…Créame… si le digo que de alguna manera…el vive.

Tomado del libro: Relatos breves para soñar con los ojos abiertos
 autor:David Fernandez

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