lunes, 6 de mayo de 2024

ROMPIENDO TUS LIMITES




ROMPIENDO TUS LÍMITES

Mensajes inolvidables

En un enfrentamiento bélico, se emplean estrategias de combate, si bien esto puede definir un conflicto también puede agravarlo. Quien tiene un poder armamentista importante tiene una chance extra y puede estar más confiado en un posible resultado a su favor. Si a esto le sumamos una coordinada y bien ejecutada estrategia, se hace más sencillo ganar una guerra.

Una parte de la batalla se libra en el campo, en las trincheras, en el fuego cruzado. Donde soldados bien entrenados deben dar muestra de su valor, patriotismo y espíritu guerrero. En esto no puede fallar la nación que manda a quienes están capacitados para estar en el frente de batalla. Nadie que lucha con sus propios temores y conflictos mentales puede ceder al avance ordenado por sus superiores, aunque el desembarco sea en la costa de “Normandía”

(Desembarco en la costa de Francia del ejercito aliado el 6 de junio de 1944, segunda guerra mundial)

Otra parte de la guerra, si bien es en algún aspecto virtual, se lleva a cabo en una base militar, en un salón, donde las principales autoridades buscaran elaborar el mejor plan de ataque.

Como una buena analogía, la vida cristiana tiene aspectos semejantes en lo espiritual.

Un buen soldado es preparado en el uso correcto de sus armas, adiestrado en el ataque y la defensa para enfrentar al enemigo. La iglesia, es el lugar en donde te sientas, escuchas y pones en acción lo que aprendes por medio de la Palabra y así no dar lugar al pecado en tu vida interior. No hay manera de ir al campo de batalla si antes no eres quien derrota a tu enemigo íntimo. Cuando nuestra vida espiritual es confrontada con la verdad de la Palabra de Dios es allí donde se lleva a cabo la primera batalla.

Nuestra historia nos lleva a 1 Samuel 17: 57-58

“Y cuando David volvía de matar al filisteo, Abner lo tomó y lo llevo delante de Saul, teniendo David la cabeza del filisteo en su mano.

Y le dijo Saul: Muchacho, ¿de quién eres hijo? Y David respondió: Y soy hijo de tu siervo Isai de Belén”

Un adolescente David va a tener un día diferente, lejos de sus límites. Obedeciendo a su padre que le pide que vaya a ver a sus hermanos que son parte del ejército de Israel y hace tiempo no sabe nada de ellos.

¿No es tal vez que esta mañana estas aquí en el templo, en la iglesia, porque obedeciste a la voz de tu Padre? Vienes a tu entrenamiento, donde tu peor enemigo va a quedar al descubierto, ese amenazante enemigo que vive desafiando tu valor y tu investidura, la autoridad que por ser un soldado de la fe, llevas desde el momento en que fuiste avisado de una guerra espiritual que no es contra carne ni sangre.

Ahora bien, el ejército de Israel era desafiado cada día en el frente de combate y un solo pensamiento dominaba cualquier acción, el temor, y esto hacia que se esperara un final inminente, una derrota anunciada solo era cuestión de horas. Hasta allí llega David y puede ver como Goliat, el paladín de los filisteos desafiaba e infundía temor a los varones de Israel y todos huían de su presencia.

La realidad esta mañana es que estamos en una guerra espiritual, y el evangelio debe ser llevado fuera del templo, allí afuera esta nuestra guerra, donde el enemigo tiene territorios tomados, gobiernos espirituales de maldad que tienen a la gente sometida a la ceguera de la ignorancia, atados a cadenas de pecado. Para esto se necesitan soldados valientes, que no carguen conflictos en su vida privada. Presten atención, tomen en cuenta este detalle, veamos quienes están  jugando un papel predominante en este momento de la historia bíblica.

La secuencia nos lleva nuevamente al caluroso medio día en el valle de Ela, David está observando como el enemigo se jacta de su poderosa arma, un extraordinario gigante que se mofa de un débil oponente que sigue huyendo como cada mañana. Un rostro conocido aparece en escena, un  hermano del pastorcito de ovejas lo reconoce y lejos de alegrarse por ver a su familia “se enciende en ira”, ¿Qué?... ¿por qué?...y luego la artillería de municiones gruesas directas a su persona ¿Para qué viniste acá? ¿Cómo fuiste capaz de dejar todo abandonado en el desierto? ¡Yo conozco tu soberbia y la malicia de tu corazón!

¡Wau! Esto me huele a un pase de factura, parecía algo olvidado, pero es evidente Eliab no había superado el ser descartado por el profeta Samuel cuando desfilaba con sus siete hermanos y eran descartados uno por uno y finalmente David era ungido para ser el próximo rey de Israel. David mucho problema no se hizo…

“Esto es solo un mero hablar” “Lo que me dicen es una tontería”, “bla, bla, bla.” (1 Samuel 17:29)

Cuando oímos la palabra de Dios, nuestra mente, como un rostro conocido nos recibe en este lugar:

“¿Qué haces en este lugar? ¿Cómo fuiste capaz de dejar tu descanso dominical, teniendo otras opciones más divertidas y más importantes? Te gusta ser el centro de todos, ¿verdad? Que todos  estén pendientes de tu vida ¿de eso se trata?... Además, ¿a quien queremos engañar, con esa carita de piedad, después de una semana de hacer lo que se te antoja y dar rienda suelta a tus instintos más secretos, vienes y te sientas como si nada hubiese pasado?...¡Hola! ¿Estas ahí?”

Pero tranquilo…no es ahí donde nos detenemos a perder el verdadero objetivo. Hay un gigante que enfrentar, hay algo mucho más peligroso que pensamientos en la conciencia que nos acusan para voltear y ver cuál es la puerta más cercana para salir huyendo. Goliat esta allí, para intimidarte para decirte que estas vencido. Goliat tiene el rostro del pasado en tu vida, en mi vida, en la vida de él, de ella y que viene cada vez en busca de nuestra relación con Dios. Goliat nos recuerda un tiempo de fracasos, de traiciones, de subestimación. Es quien nos señala acusándonos de nuestra incapacidad de lucha, que somos soldados atemorizados, que tocamos el cielo con las manos el domingo y el lunes nuevamente nos rendimos a las pruebas. Es hora de acabar esta batalla, es el tiempo que Dios a determinado que en tu regreso a casa, lleves un botín de guerra ¡Hoy no te puedes ir con las manos vacías!

¿Cuántas veces tu mente subestimo tu capacidad en algo? ¿Calificándote como alguien que da por sentado una derrota nueva en su vida? Una mente ganadora es una mente confiada en un poder extraordinario, por certeza, por convicción y solo aquellos que sienten esto como una realidad son los que se adelantan proféticamente a una victoria revelada. David enfrento al gigante confiado en su entrenamiento privado, en la soledad del desierto, defendiendo sus ovejas del león y del oso. Goliat fue derribado por una piedra donde el poder de Dios estaba encerrado, pero la habilidad, la puntería, y la estrategia de adelantarse al enemigo es merito del muchacho que tuvieron en poco, el chico rubio de buen parecer. Fue un trabajo de equipo, David hizo su parte, Dios bendijo la otra parte. David rompió sus límites, salió de su lugar para involucrarse en la estrategia de su Dios, Jehová de los ejércitos.

Pero Israel había perdido esta realidad, estaban cegados por el temor, insensibles a la presencia de quien pelearía por ellos.

“Esto pues, digo y requiero en el Señor; que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente, teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón; los cuales, después que perdieron toda insensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza”   (Efesios 4: 17-19)

La guerra está afuera de estas paredes, donde la injusticia, la necesidad de gente que ha perdido el sentido de vivir, que vagan sin esperanza; esperan el desembarco de los valientes, que han vencido sus propios miedos y saben lo que significa estar bajo bandera.

La guerra nos espera cada día, vestidos de soldados que militan en la fe, adiestrados, entrenados por la palabra de Dios. Hoy la batalla nos pone al frente de nuestro mundo interior, enfrentando nuestro propio gigante. David volvió con la cabeza de Goliat en su mano, ¿más pruebas de su victoria anunciada?… ¡imposible!

¿Por qué no vuelves esta mañana a casa con el fruto de tu batalla ganada, ahora, tu victoria pública está en ciernes, nadie puede negar que fuiste capaz de vencer un gigante. Por tu entrenamiento privado, rodillas dobladas, conocimiento de la palabra, comunión con Dios. Nos toca hacer una parte, Dios bendecirá la otra parte.

Cuando pregunten ¿con que autoridad estas reprendiendo un espíritu de enfermedad? O quieran saber sobre tu identidad cuando te digan… ¿Quién eres para darme una palabra de esperanza en medio de mi dolor? Entonces podrás decir confiado:

“Yo… soy un hijo de Dios”


Fragmento del mensaje dado por el pastor David Fernández en la iglesia Bautista El Buen Pastor en la ciudad de La Plata- Buenos Aires- Argentina

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