jueves, 28 de marzo de 2013


Yo vi morir un ángel 
Capitulo 1
     
        El aire se mezcla con el sol, el sol calienta la tierra. La tierra vuelve a repetir la novedad de algo diferente, el día se abre paso en un suspiro tamizado, escabulléndose turbado entre las hojas; dibujando los primeros rayos matinales. Será un gemido imperdible de la creación como nunca …como ayer, irrepetible, la noche cierra sus ojos y huye, nace el día efímero para volver a ostentar la misma pregunta ¿alguien puede abrazar el tiempo pasado y evitar palpar sus heridas?
      El automóvil  se detuvo cerca de un  puesto de venta de periódicos, un Chevrolet Bel Air 1957, de color rojo que resaltaba por ser nuevo. Sus paragolpes cromados y esa típica banda blanca en sus neumáticos era un regalo extra en el temprano paisaje ciudadano. El motor sigue encendido.
Corazones que laten en el afán diario de atrapar lo mejor del día.
Cazadores furtivos de rostros indiferentes, agazapados al acecho de un día quimérico; que agoniza en el crepúsculo y muere bajo un manto de estrellas. Son los transeúntes que irrumpen de la tierra.
Amanecer soleado de aire fresco y dos hombres en el interior de un vehículo a la espera del próximo aire gratuito  que traerá la palabra adecuada.
El anciano, mira hacia ambos lados muy lentamente, girando una y otra vez su cabeza.
       — Aquí  esta bien Freddy, bajare un momento.
       — Abuelo…no es necesario que camines si puedo llevarte. Mira fijamente al joven conductor y sonríe. Gesticula, traga saliva antes de abrir la puerta.
       ― Descuida muchacho… que tenga 92 años… es solo un detalle físico. Su hablar es muy pausado, sus labios tiemblan antes de pronunciar una frase, algo normal en personas de su misma edad. 
       ― Además, para que te quedes tranquilo, mira las hojas de los árboles, hoy es mi día de suerte...tengo viento a favor. Freddy  sonrió  por el buen humor, entre otras cosas, que siempre  cultivo este inquietante hombre.
Unos pocos minutos fueron suficientes para llegar hasta allí. Se detuvo frente a un lugar, de alguna manera tenia el poder en su mente para volver el tiempo atrás con solo cerrar sus ojos, con solo dar un chasquido de dedos y transferirse a otra dimensión. Una visión diferida de la realidad.
Volvió a abrirlos. Acomodo su corbata como si fuera un ceremonial, luego siguió con el envejecido sombrero que lo acompañaba todo el día, recorriendo con sus dedos a manera de reconocerlo en su forma. De color verde oliva, buena confección americana, pero no entonaba con el color del traje; aun así le sentaba bien a su edad; o tal vez a un hombre tan anciano se le perdona estas incoherencias del buen vestir. La mirada perpleja a través de sus gruesas gafas y ambas manos apoyadas en un bastón descolorido, la figura  encorvada lo muestra solitario y extraño. Camino sin mucho esfuerzo por aquel puente de concreto, robusto firme e inanimado. Sus manos palpaban las barandas frías pero no se detuvo. Solo miraba de lado, de tanto en tanto, hacia las turbias aguas del angosto riachuelo, esas que alguna vez supieron ser cristalinas. Cuando hubo cruzado el puente se detuvo y volteo para ver que tan lejos lo seguía su nieto en el vehiculo.
       — Ahora si Freddy llévame en aquella dirección.Subió de nuevo. Se acomodo lentamente en el asiento, y el vehículo hizo una corta distancia y doblo en una esquina.
No fueron mucho más que cien metros, y otra vez el ritual de movimientos pausados. Esta vez camino con otra actitud, parecía inflado de un valor estoico o al menos eso creyó el mismo.
Se dirigió hacia un edificio muy bien cuidado. Rodeado de un pequeño parque con árboles, que simulan traer una paz aparente y saludable. A poco del umbral le pide a Freddy que lo ayude a subir las escalinatas. La edad ya casi no le permite marcar sus pasos, arrastra sus pies suavemente sobre las baldosas empolvadas. Fue al lado derecho de la entrada principal, tan solo para quedar frente a una placa, la misma esta montada sobre una robusta pared de ladrillos a la vista, junto a una puerta doble de madera bien lustrada. Freddy lo siguió muy de cerca cuidando que estuviera bien. Se extraña de verlo inmerso en la lectura de bronce, el anciano no dice nada, solo pasa su mano arrugada por sobre el relieve de letras legibles bien lustradas. Luego de unos minutos rompe el silencio.
       — Ya esta bien chico…ya podemos volver a casa. El joven lo miro desconcertado por un instante. Luego inclinó abruptamente la cabeza haciendo que su mentón diera contra el pecho, a modo de disgusto; mirándolo de lado. Suspiró una sonrisa fresca pero fingida, buscando entrar en un mundo centenario prohibido para neófitos.
       — Abuelo… o sea que… ¿quieres decir que suspendí mi partido de basquetbol y viajamos 6 horas por la carretera, tan solo por esto? El anciano lo miro tiernamente  meneando su mentón y confirmando la pregunta.
       — Si Volvió en dirección al vehículo. Freddy quedo leyendo.
 “En homenaje a Clement H. Guttman   1845-1920…”
       — Quién… ¿quien era Clement Guttman?Se detuvo. El hombre anciano dejo de arrastrar sus pies. Sus ojos brillaron dulcemente y su frente intentó buscar el escurridizo sol.
       — Fue un gran hombre…
Freddy mientras tanto mira el edificio ¿Te  importa si enciendo un cigarrillo abuelo? El anciano de espalda levanto su mano derecha y fue suficiente para desistir de la idea, volvió a guardar el paquete de cigarrillos en su chaqueta. Conoce bien ese ademán hereditario.
       “― ¡Mamá! ¿Puede ir a jugar basquetbol con Dany?… ¿puedo mamá?
       ― Primero debes hacer tus tareas escolares
       ― ¡Pero mamá! La mano en alto de su madre dándole la espalda mientras prepara el almuerzo, se entiende, no hay que decir mas palabras al pequeño Freddy.”
Vuelve en si  a la imagen segura de un bastón que interpreta escalones.
   —    ¿Cómo fue esto en 1920 ?... un lugar…
   —    ¿Olvidado? Si, vaya que lo era. Si es eso lo que querías saber. suspiró y frunció sus labios a manera de asentir.
   —    Así fue muchacho. Pero… no querrás perder tu valioso tiempo por escuchar una vieja historia ¿verdad? El joven espero un momento pensando que decir.
       — Tienes razón…además tengo entrenamiento por la tarde y con lo que resta de viaje, no llegaremos a horario.El anciano giro sobre si mismo como si una descarga eléctrica hubiera descendido de cielo poniéndolo delante como una muralla, un osario sagrado a manera de línea de riesgo que no se puede cruzar. Su tembloroso dedo índice se hundía una y otra vez en el pecho de Freddy, muy mansamente pero con autoridad para arengar su espíritu pusilánime.
      ― Conozco la voz de un hombre sin rumbo y conozco la voz de Dios.
      ― ¿Qué…que dices? El chico miro a todos lados y a nadie; extendió ambos brazos hacia los laterales y sus manos abiertas lo muestran desconcertado.
      ― Haz hablado con un corazón inseguro Sus ojos sobresalían de sus órbitas llamativamente.
      ― Dios me dice que hay algo que tú debes saber, y quizás sea  lo más importante en esta vida.
Las siluetas a la distancia  muestran una caricatura, un hombrecillo intimidando a un atleta  de casi dos metros. Se dirigieron a un banco de madera que estaba bajo la sombra de un pino.
Ese joven no volvería a decir nada por el momento hasta que su abuelo estuviera conforme.
      — ¿Sabes algo muchacho? Nunca digas haré esto, aquello, o iré a algún lugar sin tener en cuenta a Dios en tu viaje. Podría cruzarse en tu camino y llevarte donde el quiera…y créeme, seguramente será un buen sitio. Freddy no quería platicar, pues sospechaba que dejándolo hurgar en su deteriorada memoria longeva seria todo más breve. Cuanto se equivocaba.
      —Sospecho que desearías no haber venido aquí conmigo, pero no importa, solo piensa que estas parado en un lugar en donde tal vez Dios nos trajo porque quiere darnos algo bueno. Este lugar esconde una historia de amor y de sacrificio, un sitio al que tal vez mis ojos ya no vuelvan a ver nunca más. Clement Gutman, amo este lugar de manera inexplicable para la gente común. Todo sucedió en aquellos años en el que solo unos pocos valientes sentían que  era el tiempo de sembrar algo bueno, en la inhóspita y dura tierra de…de...pero, Dios no repara en el terreno, no señor, el escoge la herramienta adecuada. No olvides esto. Un amigo supo contarme su vida, nadie lo conoció como el, y de esto…ya hace bastante tiempo…mucho tiempo…


Fragmento del libro “Yo vi morir un ángel” autor: David Fernandez Copyright

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