Atmósfera de milagros
En casa somos tal cual nos vemos en el
espejo. Sin filtros, sin maquillajes sin aquello que nos muestra más producidos
ante el público. A esto sumamos lo espontáneo, lo natural de nuestra
personalidad, la parte más rica de nuestra identidad. Tal vez y quiero
ser sincero en esto, porque me impacta extraordinariamente, de como Jesús
siempre trabajo en este aspecto y muchos personajes bíblicos supieron captar la
propuesta. Puedo estar imaginariamente en aquella cena familiar y reconocer a
Lázaro, quien va a saborear el plato humeante antes de su imprevista muerte.
Marta siempre servicial y atenta a cada necesidad en la mesa. Tan frontal y
desprejuiciada para reclamarle al maestro algo que nadie había notado, de cómo su hermana Maria, no
colaboraba en preparar el lugar y Jesús le tuvo que mostrar la necesidad que ella escondía en su queja.
En nuestro hogar somos desinhibidos. Sera quizás porque en una casa las
actitudes son más naturales y nos muestran en conductas que en público no se
ven a menudo.
Necesitamos que Jesús entre a nuestro hogar, en verdad lo digo, allí donde, a nadie podemos convencer de otra cosa, no hay mascaras, somos tal cual nos reflejamos en el espejo, donde confrontados con la persona de Cristo algo bueno y sobrenatural tiene que suceder.
De
igual manera, Jesús se alegra que vayas a su casa, a su templo, donde te
congregas con otros que comparten la fe para alabar su nombre en cada servicio,
pero él desea por sobre todas las cosas entrar a tu hogar, allí donde se aloja tu
verdadero perfil; tan desconocido y sensible, en esa intimidad en la que se admite que muchas cosas
necesitan un cambio. Porque en público creamos personajes ficticios, con virtudes ensayadas cuando la verdad dice que debajo de la alfombra se esconden prejuicios, inhibiciones de un
concepto personal que nos juzga en el silencio de nuestra conciencia y
permanece constantemente a la defensiva y que muchas veces limita nuestra manera de
integrarnos aun en nuestros círculos de confianza.
Sea por interés, por necesidad o por una queja bien enfundada en argumentos basados en la experiencia personal muchos de nosotros hemos llegado hasta el.
Han pasado algunos días y las cosas cambiaron tragicamente, Lazaro esta enfermo y Jesús se toma su debido tiempo para visitarlo. Luego de esto, muchas cosas son incomprensibles para Marta que le dice al maestro que Lázaro ya no esta, que llevaba cuatro días muerto y su hedor era inevitable, ya no hay manera de que lo vea. Para ella habrá un silencio interior reservado, un lugar de privacidad donde tendrá que admitir su debilidad, porque ella no cree. Muchos no creen en determinadas circunstancias. Al correr la piedra del sepulcro y a la orden de Jesús, Lázaro sale fuera. Enmudeció a la multitud. Enmudeció la incredulidad y enmudeció a la muerte, dando continuidad a la vida. Nos cuesta admitir que el tiempo del maestro es lento a nuestras necesidades, que la respuesta llega tarde y no merecimos pasar tanto dolor, pero en verdad olvidamos su palabra que tantas veces nos fue enseñada ¿No te he dicho?...Hoy, está entrando a tu hogar, porque te conoce y sabe cómo eres, pero quiere algo mejor para ti, solo deja que lo más valioso que posees pueda sufrir un cambio…y tu corazón quede al descubierto en medio de una atmósfera de milagros, para la Gloria de Dios.
David Fernández
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