jueves, 22 de noviembre de 2012

Los nuevos represores


        

            La violencia duerme en casa

  ¿Cómo se puede explicar con palabras la extraña manifestación de un cierto “amor” que somete al punto de humillar a otra persona hasta hacerla sentir poco menos que un animal, incluso  llevarla a la muerte? Un represor que duerme en la misma cama que su victima, el torturador que acaricia en publico y en la intimidad hiere buscando descargar su ego y su frustración personal.
             El silencio como intermediario y cómplice lleva cada historia desde el mismo seno familiar de un preludio de sonrisas y festejos, hasta el mismo umbral del imperio de la muerte
             Quiero fundamentar mi elección del tema, desde la óptica que mantiene valores y principios cristianos y bíblicos de personas honestas, que conviven respetándose y dan continuidad a sus vidas, preservando la integridad de la célula madre de la sociedad, la familia.
              Se busca explicar constantemente la violencia de la gente y sus motivaciones con reclamos aireados de protesta, hacia  un gobierno de turno. Pero, ¿Cómo entender de donde nace aquello que inflige violencia física a quien se ama?, ¿Qué argumentos llevan a un sujeto a descargar su machismo, despotismo cobarde sobre una persona en inferioridad física?
             Una imagen que se manifiesta con astucia en apariencia de piedad, pero que va atrofiando cada día la dignidad del amor de quien acepta convivir en hipocresía bajo el mismo techo en estas condiciones.
             Hay una guerra fría despareja, que habita en el silencio, se manifiesta en la vergüenza y el abandono de persona, esta cerca mas cerca de lo que pensamos, tal vez tus amigos lo saben y callan, tal vez los niños saben y viven con miedo. Hay alguien que esta enfermo y se esconde detrás de una sonrisa y un abrazo, la paradoja dice que es un buen padre de familia. 
Tal vez ellas sueñan... que todo será distinto mañana… si pueden vivir un día más sin que la violencia y la muerte las alcance para secar sus lagrimas.

autor:David Fernandez

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