El Puente
Siempre se escuchaba temprano el andar de
las carretas que partían rumbo a los sembrados, pero hoy no, no hubo
ruido. Una quietud inusual se respiraba
y los que se levantaban temprano lo
sabían, algo no andaba bien. Los pájaros revoloteaban entre las ramas, a modo
de confirmar esta sensación tensa. El dueño del aserradero percibió esto de
manera que su piel se erizó y una sensación de frío le recorrió la espalda. Se
volvió a su casa, dejo su carreta en la
entrada, no enlazo las correas del caballo en ningún lugar. Su mujer creyendo
que algo le había sucedido salio a su encuentro. Se van juntos al interior de
la cabaña mientras le comparte su desconfianza inexplicable. Esto vuelve a
repetirse en otros, pero no hay motivo aparente.
Amanece en el valle,
hoy será un día decisivo y nadie aun sabe que será así. Clem esta con su rostro
erguido, sintiendo la brisa exterior de la ventana de su celda. La cárcel en la
colina le dio alguna vez la última
visión que no ha podido olvidar jamás, a manera de castigo tal vez. Su
rostro esta literalmente inalterable en dirección a la parte más baja del
valle. Luego se quita los anteojos
negros y los limpia pacientemente con una franela, imagina ese lugar que lo
mueve a la nostalgia. Vuelve a creer en su imaginación que en verdad esta
mirando el tan temido puente. Si lo podía imaginar...estaba bien, porque nada
había cambiado desde entonces.
Tiene 70 años y su envejecido rostro ha
erosionado por el tiempo, 38 años de encierro serian determinantes para
terminar con este pleito. Mucho tiempo para llevar a cabo un plan poco tiempo
para ejecutarlo. Estruja sus puño levantando su rostro, como buscando en el
aire un lugar donde colarse de su realidad en tinieblas. Tantos años, tanto
tiempo…pensaba.
Demetrio no escucho cuando se abrió la
puerta de la celda porque dormía
pesadamente ¿quien pensaría que la celda estaría abierta?...nadie.
Bennett le había indicado que alguien
olvidaría de cerrar su celda, pero no le aclaro que había sido una orden de
Fuller.
Dejo una nota sobre
su cama escrita de manera irregular debido a la ceguera, pero al fin era algo
legible, se entendía el mensaje.
“Gracias por tu ayuda
Demetrio, fuiste un buen amigo.
No te preocupes por
mi, a donde yo voy…seguramente estaré bien”
La carreta que cada
mañana entraba para traer las provisiones de alimentos para los presos, había
llegado chillando. Los rostros sudados de los guardias que hacen este trabajo
son la moneda corriente. La señal la da
Bennett, suben entre las provisiones de verduras y harina; luego se tapan con una lona, nadie reviso su contenido al salir, siempre
lo hacían en un control habitual, esta vez no.
Cruzan el patio rumbo a la entrada principal pero no abra problemas,
porque los soldados que protegen la
entrada principal de la cárcel ya están avisados por Fuller, saben como actuar,
están predispuestos a no reparar detalles, en una complicidad nefasta. Clem ya
esta fuera y no lo han notado. Fuller lo había logrado, la carreta se aleja rechinando
cuesta abajo, el predicador había cruzado la línea restringida solo seria
cuestión de minutos, pero no debía detenerlo, no aun, tenia que dejarlo ir más
allá; donde su vida en verdad corra peligro.
La carreta se detiene a la vera del camino a
un lado del puente y Bennett aprovecha para despedirse de Clem.
“Perdóneme
predicador... era la única manera de obtener mi libertad…sabia que este era su
sueño, salir de la prisión para…para…buena suerte predicador.”
La mirada traidora de un coyote no inspira
confianza a nadie, se percibe en el timbre lisonjero de la voz. Bennett cree
que una disculpa puede lavar lo
indeleble. Volvió a esconderse entre los bultos para seguir su camino, pero aun
así el farsante lo seguía mirando a la distancia.
Clem, llega al puente palpándolo
suavemente, apoyado en su bastón, ese que Demetrio le había hecho con sus
propias manos. Sus pisadas eran un estruendo en el valle silencioso y se detuvo
allí por unos instantes apoyado en la enmohecida baranda. Allí se quedo otro momento
para respirar el aire fresco que venia del bosque, escuchando el agua circular
por debajo y su corazón se emociona.
Mientras tanto, la gente espiaba desde sus
casas, no podían creer lo que veían, el viejo predicador estaba en libertad,
algunos salían para ver el inicio de una locura.
─ No lo lograra. ─
Decían.
Muchos niños habían crecido bajo esta
superstición, un lugar al que los ancianos del valle hicieron maldito contando
a otra generación la trágica historia
que escondía ese sitio.
Su mano va
deslizándose sobre la áspera madera que
nadie mas toco y vuelve a convertirse en una piel joven y fuerte, el cree que
esto sucede.
Un pueblo que nunca pudo olvidar la sangre que
lo había manchado.
A Clem, poco le importo el desprecio de
sus enemigos porque iba en busca de la meta que solo el podía ver…y el puente…
aun le inspiraba recuerdos buenos, las veces que lo había cruzado de la mano de
Amanda. Siente un temor inesperado al poner su pie dentro de el. Un imaginario
sol vuelve a encender su camino, el puente irradia luz propia y una mano joven…
suave…toma de la suya entrelazando sus
dedos. Entonces el deja su bastón cual si fuera una espada estéril.
Es ella, que aparece para guiarle en la
experiencia. La siente tan cerca en una realidad mágica que esto le basta para
animarse a creer que ha recuperado la vista. Amanda esta joven, como cuando se
fue, su sonrisa marcaba los hoyuelos de sus pómulos… bella, como cuando se
amaban; sus cabellos rizados cubiertos por la capelina y ese vestido color
salmón con el que había llegado al valle. La gente se mira entre si, suponen
que esta loco, porque lo ven solo sin
bastón, sonriendo y balbuceando antes de entrar al puente. Su mano
derecha se eleva y allí queda como sosteniendo el mismo aire.
Es entonces que suena la campana de la
cárcel.
─ ¡Hombre que huye!
¡Hombre que huye!─ La voz que da aviso. El caos en la cárcel es una parodia
creíble.
─ ¡Avisen al Jefe! ─
La sonrisa sarcástica de Fuller marcaba
un gesto de satisfacción, primera vez que sonríe, luego de hacer sonar
su silbato de alarma. Demetrio se despertó sobresaltado y se tomo de los
barrotes de la ventana.
Comenzaba a desatarse la locura de un
pueblo cegado por sus miedos y así
también la venganza de un hombre desairado por su amante, Fuller nunca
perdono al predicador, de haber convencido a Marion a cambiar de vida, adoptar
la fe que el practicaba y luego con el tiempo marcharse del pueblo; hacia la
ciudad de Filadelfia, en el estado de Pensilvania.
Clem, sigue sonriéndole a su visión,
Amanda le muestra el sombrero que el
había perdido en la estación cuando se despidieron desde un vagón en movimiento.
… “¡¿Quisieras ser mi
esposa Amanda?!”...
Nadie comprendió este amor en aquel
entonces, no lo comprendieron aquí
tampoco por tradición, los padres inculcaron este odio a sus hijos y así pasó
el tiempo.
Clem hablaba con ella mientras cruzaba el
puente.
─ Vendrán por mi…lo
se… es el momento, no los culpo, están enfurecidos… era de esperar. Esta tierra
esta atada por sus miedos y
supersticiones. En momentos todo acabara…aun así mi querida Amanda…debes saber
que nunca deje de amarte, siempre te
ame... ─ Estas ultimas palabras fueron
un susurro para si mismo.
Cuando acabo de
cruzar, la figura de Amanda se desvaneció, su mundo efímero y volátil se desvanece; todo es nuevamente oscuridad
para el, ella se había ido. La ilusión de su corazón lo había acompañado
iluminando su corta travesía, ahora deseaba caminar en dirección a la iglesia
tan solo para cumplir con una promesa. Cincuenta pasos hasta el atrio, los
había contado alguna vez y lo recordaba perfectamente...cincuenta pasos desde
el puente.
Demetrio sigue paralizado, aferrado a las rejas de una ventana en la
colina. El hombre de color sabe que es el fin de su amigo.
La gente se apiño
induciendo a los representantes de la ley a que cumplan su trabajo de una vez.
─ ¡Vamos alguacil
Fuller haga su trabajo! ¡Ese hombre debe morir!
No había manera de
eludir el decreto, ya había sido establecido hace tiempo. Una ley que condenaba
a muerte sin mas, a quien cruzara este lugar. Por eso no se escucho una
advertencia para detenerlo. El alguacil
atino a acomodarse el uniforme, fue entonces que se escucho la imperativa
orden a sus agentes.
─ ¡Preparen!...
¡apunten!...
─ ¡Vamos oficial
Principal, que nuestros impuestos pagan sus sueldo! ¡Que sus guardias disparen
de una vez!─ Le arengaban los del pueblo.
─… ¡¡Fuego!! ─ Grito
Fuller, de manera estrepitosa. Un pensamiento le grita de manera ensordecedora
en su cabeza: ¡Púdrete Guttman!
Clem cayo de rodillas atravesado por algunos
proyectiles, así se mantuvo por algunos segundos, diez pasos mas...solo diez
pasos para llegar. No podía hacerlo,
estaba perdiendo mucha sangre.
Entre la gente se abrió paso una mujer
joven que corrió hasta el, alguien que
se compadeció del anciano predicador. Le ayudo a ponerse de pie, estaba muy mal
herido. No todos pensaban como todos.
─ ¡¿Como pudieron hacer algo así?!
─ Por favor...
llévame hasta... el atrio... de la iglesia...─ Le dice Clem agonizante.
Un suspiro seria el
tiempo suficiente para sacar algo de entre sus ropas. Aquello que su corazón nunca pudo olvidar
desde hace 38 años.
“…Mi querida
Amanda…mañana inauguraremos la iglesia, será un día esplendido, ya lo veras.
Por eso antes de entrar a este lugar derramare este pequeño frasco de aceite en
el atrio y el Espíritu de Dios bendecirá esta casa.”
Aquella tarde Amanda
moriría en sus brazos.
En su agonía el
recuerdo se esfuma y la poca fuerza le alcanza para abrir el diminuto envase y
derramarlo allí. Lo había logrado, el atrio de la polvorienta y abandonada
iglesia recibía el aceite para su consagración, la casa de Dios era testigo de la muerte de un hombre
inocente.
Se desplomo sin vida sobre su rostro, la joven
esta a su lado inmóvil. Da media vuelta y se retira corriendo entre sollozos.
Demetrio observo todo desde la colina.
El grupo de guardias cruzo el puente
inmediatamente para ver el cuerpo, le siguió la chusma infernal que traían palos
y herramientas de campo a modo de armas. Quisieron golpear el cuerpo, pero el
oficial ayudante de Fuller se los impidió; quien ya lo había palpado y
descubrió lo que todos esperaban.
“¡No lo toquen!...el
predicador esta muerto”
Otra mujer adulta
llego al final de todo esto diciendo que había escuchado un par de disparos en
dirección a las afueras del pueblo, Fuller rápidamente le dice que es el bosque
que repite el ruido de los rifles que ellos acababan de disparar. Claro…nadie
se tomaría el trabajo de averiguar si en verdad esto era así…nadie jamás pudo
probar de quien era el cuerpo sin vida que habían arrojado por el
precipicio, desde una carreta que
cargaba provisiones y que era conducida
por dos guarda cárcel. Fuller no había dejado escapar ningún detalle. Los lobos
terminaron de hacer el trabajo con las entrañas esparcidas del muerto que se
estrello en el fondo del precipicio.
Hay un hombre que yace en el atrio de la
iglesia y todos lo miran. Se miran entre si, algunos se sacan el sombrero, luego
el silencio se vuelve muy profundo y nadie se mueve por temor a no saber que
viene luego. Silencio de un pequeño mundo hibrido.
El envejecido y aun dueño del hotel,
Haroldo Montes, dio un paso hacia adelante. Volteo muy lentamente para ver algo
detrás de él.
─ Hemos cruzado el
puente ─ Giraron sus cabezas, quedando con sus bocas abiertas y los ojos
pasmados.
─… ¡Maldición!…
¡hemos cruzado el puente! ─ Volvió a vociferar Montes arrojando en el suelo la
pala que había traído. Miraron el puente que estaba detrás, soltaron sus
herramientas y palos. Tanta gente de pie… un solo hombre en un atrio. Muerto.
Uno a uno se fueron a sus casas. La maldición estaba rota. Nadie había reparado
que el sol se había escondido al mediodía y estaba comenzando a llover.
─ Entierren al
predicador, no quiero un cadáver en el campo en vísperas de la fiesta anual del
pueblo, la lluvia lavara la sangre ¡¿entendido?!
La tormenta se
transformo en una furiosa tempestad.
Fue imposible cavar
una fosa para enterrarlo, por el agua que caía, así que decidieron traer
piedras para tapar el cuerpo hasta nuevo aviso.
Luego de esto, el
oficial ayudante de Fuller se quedo atónito bajo el torrencial temporal con la
última piedra en su mano; mientras que sus compañeros lo llamaban desesperados
para refugiarse de la torrencial lluvia.
Es que solo el lo
había notado...desde el instante en que toco al predicador, su cojera de
nacimiento se había ido para siempre. Sus rodillas se hundieron en el lodo y
lloraba como un niño al que sus padres han olvidado bajo el aguacero.
El insaciable odio de
Fuller llevo a inducir a que algunos campesinos irrumpieran al anochecer en la
oficina del jefe, pidiendo que cambiara el lugar de su sepultura. El jefe había
mandado a ubicar al predicador junto a la tumba de Amanda, en las inmediaciones
de la iglesia.
─ Nada
cambiara... ¡desaparezcan de mi vista inmediatamente!
Salieron despavoridos porque los amenazo con
encerrarlos por resistirse a la
autoridad. Por supuesto que nadie quería
perderse la fiesta anual de “Valle escondido”, por el comercio que circulaba en
esta fecha, la gente venia a gastar su dinero a este lugar, esto era verdad Las
inmediaciones del pueblo se convertían en un gran acontecimiento, niños,
jóvenes y adultos llegaban en carretas; todos buscaban disfrutar de una manera
u otra los días que duraba esto
Pero ya nada fue
igual para algunos. Ya nadie podía asegurar en este pueblo, que las historias
que se contaron en otras generaciones fuesen ciertas.
Según se decía que
para estas fechas por las calles polvorientas de “Valle Escondido” en horas de la madrugada; los espíritus
recorrían los campos para bendecir las cosechas. Quien no participara de esta
fiesta recibiría la maldición de ellos.
Fue suficiente que alguien hiciera correr
un rumor para el próximo año y ya nada
fue igual, el rumor influyo en los alrededores. Algunas veces quienes lo
recuerdan, dicen que el tal sujeto, lo contó una noche en otro pueblo,
gesticulando ante el asombro de crédulos que gustaban de este tipo de relatos.
Mientras reparaban algunas monturas para sus caballos alrededor de una pequeña
hoguera para combatir el frío. Nadie se atrevió a interrumpirlo:
”…Mataron un ángel…yo
lo vi…fue un mediodía en que el sol se fue…si señor.
…El cielo se puso
negro y la naturaleza mostró su enojo con una furiosa tempestad…fue un día
extraño, nadie salio de su hogar, nadie salio al campo a trabajar, nadie comió.
Ese día, extraño y misterioso día. El
pueblo de “Valle Escondido” desato un
inusual odio y hubo derramamiento de sangre inocente en el atrio de la Casa de Dios; no tendrían que
haberlo hecho, no señor… yo lo vi, estuve allí…yo vi morir un ángel.”
Esto no interesaba
mucho mas a nadie tal vez que no fuera gente de los alrededores, quizás por que
era principios de siglo y el mundo estaba pendiente de algo mucho más
importante. Las hostilidades en el viejo continente.
El pueblo de “Valle Escondido” vivió ajeno a
la primera guerra mundial. Era de esperar que nadie se ocupara de investigar la
extraña desaparición de Amanda Rose Carpenter, mucho menos de un joven que
salio un día hacia Denver tras la fiebre
del oro, y termino sus días como
predicador en un lugar desconocido.
Luego de estos sucesos Demetrio quedo en libertad, alguien había
conseguido una carta de puño y letra donde lo desligaba de los cargos que se le
imputaban. El asesino de Duncan antes de morir habría confesado ser autor
material del crimen, ahora Demetrio estaba en libertad. Tantos años perdidos…
siendo inocente.
La pequeña penitenciaria ubicada en la
colina fue clausurada definitivamente, nunca mas fue reabierta para nadie. Allí
siguió abandonada, guarida de alimañas y alguno que otro animal salvaje del
bosque.
Los primeros años
desde la muerte de Clem, Demetrio solía llevaba flores a su tumba. El siente
que esta en deuda aun con el predicador, siente nostalgias por las
circunstancias que rodearon el final de su vida. Por eso tal vez con mucho
cariño y sin esfuerzo visita el lugar a manera de redimir el pasado. Nunca olvidara
la vez que Clem le obsequio su Biblia.
“…Es lo mas preciado
que tengo Demetrio…ya no podré usarla, mis ojos han perdido la luz y estoy
sintiendo que mi final esta muy cerca…tómala…eres un buen amigo. Todo hombre
necesita alguien en quien confiar, confía en ella, te ayudara en los momentos
difíciles, eres la persona indicada para conservarla…”
En ese momento no entendió lo que quiso
decirle. Vuelve de su recuerdo para recrear un pensamiento ambiguo, se pregunta
a si mismo si estuvo bien de su parte, haber sido el, quien haya hecho correr
el rumor por los alrededores diciendo:…
”Yo vi morir un
ángel”. Finalmente se convence que solo
un hombre como Clem pudo haber sido verdaderamente un mensajero enviado por Dios. Solo un hombre de su talla
pudo haber llegado a un lugar como este, no debe haber sido de otra manera.
Sacar a la cofradía sumergida en miedos… y luego cruzar un puente a precio de
su vida; no es para cualquiera. Hoy, los
niños juegan allí, ya nadie teme este lugar.
Al cumplirse un nuevo aniversario de su
muerte, como de costumbre muy temprano al amanecer fue al mismo lugar, animado
por un día tan bello que le inspira a silbar un viejo himno que el anciano
predicador le había enseñado. Dejo las flores sobre la tumba y acomodo algunas
cosas.
─ ¡Buenos días!,
discúlpeme usted, no encontré a nadie por las calles del pueblo…
Demetrio se dio vuelta lentamente y se
acerco al sujeto un poco más.
─ Lo vi aquí y cruce
el puente para preguntarle si sabe de un lugar donde pueda hospedarme con mi familia.― Un hombre de unos
cuarenta años, deja sus maletas en el suelo y extiende su mano.
─ Soy
reverendo… estoy aquí para empezar una nueva obra…predicar la Palabra de
Dios…usted me entiende ¿verdad?─ Demetrio siente un atisbo de asombro,
finalmente, algo que puede despertar cualquier viajero común y corriente; pero
luego se quedo pensativo.
─ Claro
que lo entiendo. Si señor el viejo Demetrio entiende perfectamente lo que usted
dice. Acompáñeme predicador…conozco el mejor lugar del valle para usted.
El ya es un anciano, de andar lento, con
sus manos apoyadas en la parte de atrás de la cintura el hombre de color cruza
el puente.
─ ¿Por qué esta abandonada esa iglesia? ¿Sabe usted que
ha sucedido? ─ Pregunto el reverendo recién llegado. Demetrio le comenta
brevemente que es una larga historia.
─ ¿Escucho hablar de
Clement Gutman?─ Volvió a preguntar el forastero ─ Dicen que fue un predicador
que anduvo por estos valles antiguamente.
Demetrio se detuvo un
instante en la caminata y lo miro fijamente
─ ¿Por qué... me
pregunta usted por el?...
─ Lo siento, olvide
presentarme… mi nombre es Robert,
reverendo Robert Carpenter…hijo de Clement Gutman y Amanda Carpenter;
¿sabe algo sobre el? ¿Vive aun?...— Demetrio miro en dirección a la iglesia, suspiro suavemente y luego
apoyo su mano en el hombro de un desconocido que ahora le resulta familiar, estaba conmovido. Se
contuvo. Aun así, menea la cabeza sonriente, dejando ver su dentadura blanca y perfecta
─ ¡Si señor! ¡Claro que si reverendo!…Créame…
si le digo que de alguna manera…el vive.
Tomado del libro: Relatos breves para soñar con los ojos abiertos
autor:David Fernandez